En la opinión de su servidor, el lunes pasado el Partido Revolucionario Institucional confirmó en los hechos que en Tamaulipas, se encuentra en proceso de extinción. Y lo que es peor, cerca de ella.

¿Por qué esa percepción?

Lance, así sea tarde ya, un vistazo al equipo cercano de campaña presentado por el candidato del PRI a la Presidencia de la República, José Antonio Meade Kuribreña.

Del confuso montón en donde hay, como reza una frase popular, de chile, dulce y de manteca, sólo un tamaulipeco, el diputado federal Baltazar Hinojosa Ochoa, encontró nido en un puesto de tercer nivel: Coordinador de Estrategia para el Campo. Parece evidente: el tricolor tamaulipeco no da para más.

Sin duda, Hinojosa Ochoa es un conocedor de la zona rural del país. Es un ganadero destacado y ha incursionado en la agricultura. También ha sido funcionario relevante en ese terreno, aunque sumamente cuestionado en sus resultados.

Sin embargo, poco importa el perfil administrativo y personal de Baltazar. Lo que cala, lo que trasciende, es su historial político reciente.

Llega el matamorense al equipo de Meade con la etiqueta de perdedor. Llega con el estigma de ser el primer candidato del PRI en siete décadas en ser derrotado en la búsqueda de la gubernatura. ¿No hubo o hay otro tamaulipeco con méritos para incursionar en la gran carpa electoral?

Pues parece que no.

 

EL FÚTBOL Y LA POLÍTICA

Si es usted aficionado al futbol, balompié o fútbol como lo denominan los sudamericanos, con seguridad le será familiar uno de los vicios más comunes en este deporte.

Es una escena frecuente: Un jugador habilidoso supera una y otra vez a un contrario. Lo gambetea, lo deja atrás por velocidad o le quita el balón cuantas veces se le pega la gana hasta dejar en el ridículo a su víctima, quien se ve incapaz de contener al crack con sus propias dotes. Y entonces sucede lo lamentable.

El equipero burlado, como se dice en el argot futbolístico, “saca el hacha” y tunde a patadas a quien lo exhibe. No ve otro camino y usa la agresión para tratar de contenerlo, lo que en ocasiones logra y en otras no.

¿A qué viene esta descripción?

Ayer sucedió algo en la sesión de Cabildo del Ayuntamiento victorense que me recordó fielmente lo señalado en el terreno deportivo.

Vaya zipizape.

El regidor Marte Alejandro Ruiz, titular de la Comisión de Salud municipal planteó, sin duda en uso de sus facultades, la creación de una Comisión para fortalecer, dijo, la relación interinstitucional con la Secretaría estatal del ramo. Nada malo hubo en la propuesta, que fue calificada de innecesaria, pero surtió efecto.

Hasta que llegó una respuesta en voz del también regidor Javier Mota Vázquez.

Fue implacable el asambleísta emanado de Acción Nacional para poner sobre la mesa lo que llamó exhibicionismo, omisiones, ausencias e incumplimiento del ponente. Echó por tierra una tras otra las denuncias de su par Marte Ruiz…y desató su ira.

Tal vez fue ese estado de ánimo, pero qué triste papel hizo el regidor independiente.

A falta de argumentos, en un símil del futbolista dominado, recurrió al exabrupto, al insulto y al gritoneo, en una muestra de una vieja e indeseable escuela política que ya se ve, sigue vigente.

Decepcionante. Parece que en algunos casos aún falta mucho camino por recorrer para alcanzar la madurez política y cívica.

Como asienta la Biblia: Por sus actos los conoceréis…

 

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