En materia de madurez política, a los mexicanos nos gusta pensar que hemos evolucionado en el terreno electoral. Nos sentimos caso del primer mundo en democracia.
La realidad es otra: seguimos siendo una cultura bananera.
Esta penosa calidad se ha mostrado con generosidad en los cierres de campaña de todos los candidatos a la Presidencia de la República, exceptuando a Jaime Rodríguez Calderón, no porque él así lo haya querido, sino porque El Bronco no tiene ni estructura ni dinero.
Lo hizo José Antonio Meade. Lo hizo Andrés Manuel López Obrador. Y lo hizo también Ricardo Anaya.
Ayer, con el epílogo electoral del panista en Tamaulipas, fuimos testigos en Victoria de otra muestra de que los mexicanos seguimos en la prehistoria en las batallas por los votos. Volvimos a presenciar el mismo ritual de llenar estadios, plazas públicas y calles para “acompañar” al candidato, como si las urnas estuvieran esperando a los asistentes en esos lugares.
La verdad, no es mi percepción sino la realidad documentada, es que esas aglomeraciones sirven para tres cosas: para nada, para nada y para pura…luego le digo la tercera.
Es historia, está escrito. La gran mayoría de los que van a esos macro mítines no lo hacen por su voluntad y por lo tanto no son garantía alguna de un voto a favor. En ocasiones son inclusive contraproducentes. En una parodia de un juego infantil ya perdido, nadie gana, todos pierden.
No es privativa esa práctica de un partido aunque sí es patrimonio heredado por el PRI a sus pares, pero a pesar de que en los comicios cercanos los resultados al día siguiente de la elección han probado hasta la saciedad que lo único que se logra es un artificial efecto mediático –que ya nadie se traga– continúan llevándolo a cabo. No les entra en la mollera.
Si esas magnas concentraciones fueron en realidad un reflejo de la simpatía popular, en estos momentos hubiera otro Gobernador en Tamauliipas. Baltazar hinojosa protagonizó actos de cierre con decenas de miles de supuestos partidarios y luego fue arrollado en las casillas.
No, no aprenden los partidos políticos. Siguen pensando que hoy es igual que 50 años atrás y que los mexicanos, en este caso los tamaulipecos, continuamos como dije, buscando plátanos para comer.
Falta poco para que vuelvan a confirmarlo…

SEMEJANZAS
Corrían los días previos a la elección presidencial del 2012.
El entonces Delegado en Tamaulipas de la SEDESOL federal, Luis Alonso Mejía, “Loncho”, como le llamaban sus cercanos, fiel a su estilo pandilleril que mostró desde sus encomiendas de diputado, se saltaba todas las cercas legales y amparado en la protección calderonista encabezó una de los mayores escándalos electorales que la FEPADE no quiso atender, en parte por la abulia del gobernador Egidio Torre Cantú.
Mejía echó toda la carne al asador en una semana. Los camiones de la SEDESOL recorrían colonias y ejidos entre las 12:00 y las 4:00 horas para repartir doble y hasta triple ración de despensas, láminas, cemento y dinero en efectivo del programa Oportunidades. Nadie lo pudo o nadie lo quiso frenar.
El resultado fue que Tamaulipas fue uno de los estados donde perdió Enrique Peña Nieto, pecado que nunca le perdonó éste a Egidio, porque Josefina Vázquez Mota de Acción Nacional, el tercer lugar en la votación, fue la que ganó en esta geografía.
¿Se repite la historia según las denuncias del PRI y de MORENA?
Tal vez, pero habría que buscar culpables en otros lares, porque hoy la delegación de esa dependencia federal, no se les olvide, todavía es priísta…

LA PREGUNTA
Si la coalición “Por México al Frente” está formada por los partidos Acción Nacional, Movimiento Ciudadano y el de la Revolución Democrática, ¿Por qué en el acto de ayer en el estadio Marte R. Gómez no hubo ni una sola bandera o manta del PRD?…

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