“Bástate mi gracia: porque el poder mío brilla y consigue su fin por medio de la flaqueza. Así que con gusto me gloriaré de mis flaquezas o enfermedades, para que haga morada en mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9)

Son propicios estos días del Señor, para dejar salir de nuestro interior, aquello que angustia y mortifica al espíritu; el recuerdo de tantas situaciones que vivimos, las de un año que está por terminar, y las que se han ido acumulado por otros tantos, desde que la inocencia de la niñez fue dando paso a una realidad llena de retos, convertidos en vivencias que nos marcaron positiva o negativamente, pero que conscientes de su efecto, siempre tuvimos el anhelo fervoroso, de que todo aquello que lastimó nuestro ser, se fuera desvaneciendo con el paso del tiempo; mas fue evidente, que debido a nuestra fragilidad humana, se fuera retrasando la cicatrización de las profundas heridas infringidas por el desamor, el propio y el de aquellos, que igualmente desvalidos, en su afán por sanar, se convirtieron en verdaderos victimarios, de la armonía de los que, esperando la llegada de la paz interior, sólo encontraron mayor congoja.

En estos días en los recordamos con gozo el nacimiento de nuestro Salvador, la fe en Él, nos permite la gracia de una mayor comunicación con su divinidad y accesibilidad a su presencia espiritual, precisamente, para llegar a través de su palabra a los corazones, que por su dolor, se olvidan del poder de Cristo.

Ayer el espíritu de mi Señor, en la proporción que habita en cada uno de sus hijos en la tierra, se manifestó en un momento donde la flaqueza de nuestros amados, requirió de su viva presencia; quien abrió su corazón a su palabra,  lo sintió, y experimentó cómo su fortaleza se fue integrando a la entidad abatida por el miedo, a aquello que jamás podrá ser más grande y más poderoso que su magnificencia. 

El Padre ha enviado a su unigénito, el Hijo está con nosotros y el Espíritu Santo reinará en los corazones de los que sienten dolor por experimentar el vacío del desamor. 

El Señor te dice hoy que no temas, porque nadie podrá arrebatarte lo que es tuyo, Cristo te pide que confíes en el amor que Él siente por ti y que glorificará tus flaquezas para que experimentes su poder. Te habla a ti, mujer, y hará de ti a una Mujer Fuerte.

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