En el camino hacia la Pascua del Señor Jesús es la Cuaresma hoy se celebra el segundo domingo de este tiempo.
Y lo primero que propongo es la relectura del texto sobre el sacrificio de Isaac (primera lectura de la misa dominical, Gen 22), el pasaje es considerado como una página cristológica. Esa interpretación aparece ya en una frase de la carta a los Romanos, que se escucha en la segunda lectura de la misa dominical: Dios “no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rom 8, 32).
La narración del sacrificio de Isaac que no se realizó, alude con su inesperado final, a la conclusión de lo sucedido con Cristo: lo que pasó Cristo no se agota en su sacrificio de la cruz, sino que desemboca en el sello divino glorioso de la resurrección. También san Pablo (segunda lectura de la misa dominical), después de haber subrayado la oblación del Hijo por parte del Padre, concluye con la verdadera clave de interpretación de la muerte de Cristo, que es la resurrección.
En esta luz hay que leer el pasaje de la transfiguración que presenta el texto del Evangelio de este domingo, Mc 9, 2 – 10, el cual está estructurado sobre el modelo de las manifestaciones del Antiguo Testamento: la voz, la nube, el esplendor, los personajes celestiales (símbolos de la ley y los profetas), es una verdadera proclamación anticipada de la glorificación pascual.
Esta manifestación gloriosa de Cristo está preparada, en el contexto más amplio, por el primer anuncio que da Jesús a sus discípulos sobre su pasión y su muerte (Mc 8, 31). Muerte y resurrección son de este modo, un misterio unitario que no se deben separar.
La expresión: “Éste es mi Hijo amado” (Mc 9, 7) puede considerarse paralela a la confesión hecha por el centurión al pie de la cruz: “De veras este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). La transfiguración es, pues, una aparición pascual anticipada, destinada como las de después de la resurrección a iluminar a la Iglesia y revelarle el sentido de la muerte y resurrección del Señor Jesús.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical “Señor Dios, que nos mandaste escuchar a tu Hijo muy amado, dígnate alimentarnos íntimamente con tu palabra, para que, purificada nuestra mirada interior, nos alegremos en la contemplación de tu gloria”.
Que con el amor y la paz del buen Padre Dios sigan recorriendo el camino de la cuaresma hacia la resurrección del Señor Jesús.