Hay que considerar que decir verdades en los medios es muy difícil. La libertad de expresión en México históricamente está bajo continuo ataque, plata o plomo, ha sido la divisa. Se acumulan asesinatos de comunicadores pues a los responsables les cubre un manto de impunidad que el gobierno extiende sin que importe el origen del ataque, sea fuera o desde dentro del gobierno, no es nuevo en este país para el cual los medios de comunicación desean encarrilar por la vía de la reconstrucción del estado de Derecho y del bienestar de la sociedad. Este es el origen de los ataques pues se vulnera grupos de poder del crimen organizado, público y privado.
En México matan periodistas que se acostumbra a medir por sexenios, 54 en el sexenio, 172 desde el año 2000. Los números no son suficientes para conocer la tragedia que provoca la muerte de un comunicador, es un efecto dominó de miedo y de terror, que calla a muchas plumas y contiene a muchas voluntades que buscan el cambio favorecedor para México. El asesino tiene 98% de posibilidades de no ser detenido, no ir a juicio, jamás pisar la cárcel. Los periodistas morían por las balas del poder político, se sumó el poder del narco y ahora la narcopolítica. En México matar periodistas se puede pues quienes deben garantizar la libertad de expresión buscan sepultarla. A la vista de los mexicanos desde la Mitotera, día a día se calla las voces disidentes, se descalifica, se recurre a la mentira bajo la premisa hitleriana de miente, miente, siempre miente, que algo se va quedando en la mente de quien escucha. Perder la vida es trágico, perder la libertad desde un púlpito mitotero es un desastre para la sociedad pues sufrirá la pérdida absoluta. El papel moderador, palanca de ideas de desarrollo, la pluralidad, se acaban bajo el absolutismo.
Se mata periodistas en calles inundadas de agentes militares que no defienden a la sociedad de las acciones mortales de la narcopolítica ni del crimen común. Además, el acoso a la libertad de expresión tiene vertientes para silenciar. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, en voz de un ministro puesto por López, revivió la Ley mordaza de 2016 que se reformó en 2017 pues acota la libertad de expresión y trata a la audiencia como ignorante. Ni la Constitución ni ley alguna otorgan facultades para restringir la libertad de expresión.
La Suprema Corte da la razón a quien encabeza la Mitotera, quien dicta cómo se debe decir las cosas, de que podemos hablar y cómo hacerlo, censurando la libertad editorial. Ninguna ley, ni la Constitución da facultades para restringir la libertad de expresión. La Suprema Corte, guardián de las leyes, la libertad y los derechos es rehén de López quien tiene a los mexicanos víctima perpetua de su manipulación y engaño. Se pretende que la autoridad tutele al ciudadano, le diga qué y cómo debe consumir información y creer en la verdad que la Mitotera ofrece. El mitotero lo expresa desde su púlpito, el que no está conmigo, es mi enemigo, está en mi contra. Cada persona tiene una perspectiva de la realidad y libertad para pensar. Plasmarlo es la esencia del periodismo. Es decisión de la audiencia no de la autoridad, elegir la verdad.