En la perspectiva del desarrollo con igualdad, la cultura del privilegio es clave por la relación que se ocupa en la escala social y el mayor o menor acceso a educación, salud, trabajo, seguridad y habitabilidad, que se disemina a factores estructurales e institucionales para crear un orden de desigualdad; la fiscalidad, la apropiación de renta de recurso natural, el bloqueo política de igualdad, segregación territorial, dotación de infraestructura, calidad de vida urbana, el costo que se paga por la degradación ambiental y el cambio climático, la segregación de capacidades y acceso al bienestar. En México, al llegar Juárez a la presidencia, el 5% sabía leer y escribir.
Cuanto más se correlacionan educación, acceso a buen servicio de salud, estabilidad y movilidad ocupacional, seguridad física y calidad de vida con el ingreso monetario, como patrimonio de las familias de origen, más asumen esas características el rango de privilegio. Cuanto más se disocian en familias de origen, bienestar, protección, calidad de vida y formación de capacidad de la condición socioeconómica, más se socava el privilegio. El privilegio es una fábrica social en que la brecha de productividad, incorporación de progreso técnico y acceso a mercado ampliado se vinculan a desigualdad en educación y conocimiento, ingreso, trayectoria laboral, inserción en el conocimiento y acceso a sistemas de protección social.
La cultura del privilegio emerge de una combinación de acceso a recurso natural y ventaja por agentes con mayor poder económico y político. Se invierte por precio relativo, subsidio, acceso a infraestructura y financiamiento que refuerzan la desigual distribución de recursos. La fiscalidad no corrige esta desigualdad porque la cultura del privilegio sostiene alta exención tributaria y bajo impuesto a la renta. Hay capacidad de veto por sectores privilegiados para inhibir políticas de innovación y redistribución de recursos. El privilegio une intereses de élites económicas y políticas que hacen difícil reformas favorables a la igualdad. Es claro en economías que extraen materias primas, donde privilegios derivados de obtener gran ganancia sobre la base de bajos salarios y sobreexplotación de recursos naturales, redunda en predominio de una cultura rentista. Otro aspecto en que se plasma la cultura del privilegio es la profunda desigualdad de ingreso y concentración de riqueza. En Brasil, Chile, Colombia y México, el 1% más rico de la población se apropia de más del 20% del ingreso.
En América Latina y el Caribe persisten privilegios tributarios que se concretan en exenciones, evasión y bajo impuesto a la renta. Gran parte de la carga tributaria es indirecta y recae sobre el consumo, mientras que el impuesto a la renta es inferior al promedio, en los países de la OCDE. El magro efecto redistributivo de la fiscalidad, sea por la composición y la carga tributarias, por la falta de fiscalización efectiva o por regalías vigentes, es parte de un sistema de privilegios en el que quienes tienen más no perciben el compromiso social de aportar al bien común por la vía fiscal. Otro aspecto en que el privilegio afecta es la rigidez social intergeneracional. Los logros educacionales de los hijos en la Región están más determinados por los de sus padres que en Europa. La reproducción intergeneracional de la desigualdad es marcada por brechas en logro educacional que se traduce en brecha ocupacional y acceso a la protección social. El privilegio tiene en la Región dos rostros territoriales. Uno es un mapa de desigualdad en cuanto a capacidades, productividad y acceso a infraestructura, servicios y mercados entre regiones de un país. Otro es la segregación territorial en los conglomerados urbanos, que traza el mapa de los privilegios. Ahí las vulnerabilidades se refuerzan: fracaso escolar, precariedad laboral y maternidad precoz.