Enorme debate ha causado en el oaís el hecho de que la administración federal suponga que debe eliminarse de toda universidad el examen de admisión. Un filtro para seleccionar a quienes serán los profesionistas del mañana y que, de alguna manera, podrán participar en las decisiones trascendentales de una nación tan castigada como la nuestra.
Ya se ha manejado todo tipo de versiones acerca de lo que desean, y los pros y contras que puede tener esta medida. Somos de la idea – definitivamente- de que los exámenes deberían sr más escrupulosos, con más requisitos y que funcionen realmente como un filtro para que, quienes tengan acceso a la educación superior sean realmente personas que merezcan este tipo de oportunidades e inversiones que hace el Estado para su bienestar.
Recordemos que las universidades públicas se mantienen gracias a aportaciones federales y estatales provenientes de nuestros impuestos, por lo que es importante saber que nuestro dinero se gaste en cuestiones de verdadera utilidad social. La educación, y está más que comprobado, es la base del progreso de una nación, y puede ser la medicina mejor para evitar en mucho la delincuencia. Gente educada adecuadamente no delinque, o al menos, no conforma bandas, salvo las de nuestros políticos que han surgido últimamente.
Imagine el lector si no se solicita examen de admisión, entonces, la demanda universitaria se duplicaría o triplicaría probablemente, lo que provocará una crisis de lugares, de infraestructura y de servicios a la comunidad universitaria de cualquier parte del país.
No tenemos lo necesario, y tan es así que López Obrador prometió 100 universidad es de nueva creación y no se ha podido poner siquiera la primera piedra del plantel inicial de este proyecto.
Muchos admiramos a los egresados de las “grandes” universidades del mundo, nos ufanamos de haber salido de ahí y de tener estudios internacionales, pero la verdad es que en ocasiones no se justifica el hecho. Hay escuelas de mucho prestigio y otras qu no lo tienen tan arraigado, pero que son realmente competentes. Clara muestra es la Universidad de Santiago de Compostela, en Galicia, España, donde en cada una de sus áreas han apotado a la comundad europea -y latina, en una gran parte- egresados que han significado una aportación importante en el campo de la investigación, docencia y más.
Entendemos que el proyecto de 100 universidades debe olvidarse, y deben reforzarse los sistemas existentes, propiciando que las universidades públicas sean mejores en todos sentidos, comenzando por erradicar los altísimos niveles de corrupción que existen en prácticamente todas, donde un rector es un pequeñito emperador con ínfulas de mesías, y que ordena qué hacer con el dinero del pueblo a diestra y siniestra, viola leyes, se pasa por encima ordenamientos tan elementales como los de tránsito o de construcción y muchas cosas más.
Deberíamos exigirles calidad, honestidad y competitividad a todas las universidades del país, dejando a un lado los favoritismos que tienen sumidas a varias escuelas y facultades de las escuelas de este nivel y que son subrogadas por el estado.
Es hora de exigir calida real y no las simulaciones de certificaciones que solamente se llevan a cabo en tiempos de revisión, y propiciar que haya buenos elementos en las cátedras propiciar más investigación, y dejar a un lado el sueño de que todos debemos ser universitarios.
Es momento de volver a pedir calidad a un sistema de gobierno mexicano, y que comience por sus raíces culturales, provocando una nueva cultura educativa, una nueva generación de universitarios comprometidos realmente con la sociedad, y que tengan el deseo de trascender.
No todos nacimos para la universidad, y eso debe quedar bien claro, y no todos trabajamos honradamente, también que se anote, subraye y se actúe.

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