No desperdicies tu tiempo en discusiones estériles; siempre estaremos expuestos a recibir una buena carga de negatividad externa, que se suma a la que hemos estado guardando en nuestra memoria y que igual afecta nuestros pensamientos, y con ello, nuestra estabilidad mental; recordemos que para mantener el cuerpo sano necesitamos tener la mente sana, pero ¿quién puede tener intacta la capacidad de no dejarse afectar por las malas vibras? Si a una conclusión he podido llegar en mis cuarenta años de prestar servicios médicos a nuestra comunidad, es la del innegable peso que tienen los desajustes o desequilibrios emocionales en el origen de muchas de las patologías que nos afectan, incluyendo en la instalación de un mecanismo opositor al bienestar, que nos condiciona a la cronicidad, o a la prematurez del término de nuestra existencia.
Hoy que de nuevo se enciende la alarma epidemiológica sobre la amenaza de una pandemia por el virus COVID-19, no nos mueve la posibilidad de mantener en buen estado nuestro Sistema Inmunológico, que mucho se ve afectado por los desequilibrios emocionales; nos mueve más el tener acceso a barreras artificiales, muchas veces ineficaces para contener el contagio, nos mueve más el miedo a morir por esa patología que afecta nuestro aparato respiratorio, que a morir lentamente por vivir toda la vida estresados, ambicionando cosas superfluas, envidiando la buena suerte de los demás, y generando una gran ola de desestabilización sociopolítica enmarcada en una inseguridad insultante que avanza sin que nadie pueda detenerla.
Hoy la red ha logrado que tengamos muchos expertos en las virosis, de hecho, en la consulta, los pacientes nos hacen múltiples recomendaciones para evitar el contagio, pero igual sus enfermedades cronicodegenerativas siguen sin control, el incremento de los factores de riesgo para padecer cáncer o morir de un infarto. siguen su cuso ascendente, sin que nada ni nadie pueda incidir favorablemente en la voluntad de la comunidad que vive presa del desajuste emocional, que lo mismo los induce a comer todo lo que encuentran, como a dejar de comer y sumirse en una tristeza que los consume todos los días; lo mismo los acelera que desacelera y los paraliza.
Sin tener que bajar la guardia en la prevención, atención y control de las enfermedades que más inciden la morbimortalidad, es tiempo de que nuestras autoridades sanitarias, asuman como otra prioridad, la atención de la salud emocional, pues éste podría ser el eslabón perdido de la cadena para procurar el tan anhelado bienestar integral de nuestra sociedad.
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