Difícilmente se puede descansar los fines de semana cuando la familia se encuentra enferma; el viernes por la tarde, cuando aún nos encontrábamos convalecientes María Elena y yo, debido a un cuadro  probablemente viral que afectó las vías respiratorias de mi esposa y mi aparato gastrointestinal, llegaron nuestros tres primeros nietos a pasar el viernes, sábado y domingo, siempre son bienvenidos, así es que  empezamos a hacer planes; pero como bien cita la frase “ El hombre propone y Dios dispone” por la madrugada nuestra nieta Andrea empezó con dolor abdominal , náuseas y vómito, así es que nos fue imposible conciliar el sueño, después de que pasó la sintomatología aguda; casi al amanecer, Sebastián presentó el mismo cuadro y ese mismo día, al mediodía, Emiliano también enfermó.

En todo el día no pudieron probar alimento y el padecimiento los debilitó, al grado de permanecer en cama durmiendo. Ya por la tarde noche decidieron marcharse a su casa con su madre, pero el efecto de la fatiga y la falta de sueño ocasionó retraso en la recuperación de nuestros propios padecimientos virales. Durante el día me fui enterando que otros niños entre familiares y amigos habían enfermado de lo mismo.

Lo anterior nos lleva a la reflexión de que si epidemiológicamente pudiéramos justificar el evento, debido a los cambios del clima, es casi seguro que ya rebasó lo esperado, y aunque la evolución del padecimiento parece ser corta, no deja de preocuparnos  el hecho de que se signifique como un reto para nuestro precario sistema de salud, que sigue adoleciendo de recursos para  atender la mayoría de los padecimientos.

Sería prudente que el Sistema de Vigilancia Epidemiológica pudiera informar con oportunidad a los prestadores de los servicios de salud, de la aparición de estos brotes y su etiología, porque hemos encontrado, incluso, diferencias en su control y tratamiento.

 

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