Siempre he estado convencido de que Dios tiene la primera y la última palabra para orientar nuestra vida; ayer lo comprobé nuevamente, cuando al acudir más temprano que de costumbre a casa de mi madre me hice acompañar de mi nieta Andrea, quien cada vez más me sorprende con las virtudes que el Señor le ha obsequiado; antes de llegar a la casa de mi progenitora me pidió que acudiéramos a una tienda de autoservicio para comprar una rosa blanca, con agrado le hice el gusto, pero decidí llevar dos botones de rosa, y cuando estuvimos frente a mi madre se las obsequió, aclarando que una había sido adquirida por mí y otra por ella,  mi madre agradeció el gesto, más no sonrió, lo que no pasó desapercibido por  Andrea, quien le preguntó si se sentía mal, mi madre pareció no escucharla pero la niña enseguida empezó a  pasar sus manos sobre el rostro de mi madre, después por el cuello y al terminar le dijo: _Con eso te sentirás bien abuelita Tina; pero mi madre seguía mostrando un rostro ansioso; en seguida mi nieta me pidió el teléfono celular, buscó un video de música y se puso a bailar, mamá seguía con atención la danza de Andrea, y entonces esbozó una sonrisa, alegrando con ello mi corazón momentáneamente, pues enseguida regresó a su hermoso rostro el rictus de ansiedad; decidí entonces, narrarle una parábola de Jesús, que mi madre  atendió en forma sobresaliente; al término de la misma, llegó mi hermana Aminta y nos pidió a ambos que la lleváramos de paseo, aprovechando esa maravillosa oportunidad para invitarlas a mi casa a comer, pues hacía mucho tiempo que se había negado a ir, por lo que me llené de gozo. Ya en mi hogar, puedo asegurar que mi madre y Aminta disfrutaron de la hospitalidad de mi esposa.

Lo anterior, viene a colación, por el hecho de que muchas veces, nos damos por vencidos, pensando en lo poco que podemos hacer por nuestros padres,  cuando por la mayoría de edad presentan cambios en su estado de ánimo, pasan con mucha frecuencia de la ansiedad a la depresión y con el tiempo eso logra incidir en nuestro propio ánimo, abandonándonos a la desesperación y la frustración, sintiéndonos incapaces de poder generar estados de satisfacción en nuestros seres queridos; pero Dios siempre tiene una respuesta oportuna para todo y he ahí que se vale de todo cuanto nos rodea para demostrarnos que lo único que no debemos de perder es el amor por nuestro prójimo y más tratándose de nuestros padres o nuestros abuelos.

Aprecié en la sonrisa de mi madre algo más allá de un motivo para seguir esforzándome por  regresarle un poco de aquello que tanto disfrutaba mi madre cuando estaba joven.

 

Correo electrónico:

enfoque_sbc@hotmail.com