Qué importante es la comunicación clara y precisa en las relaciones humanas, de ello depende que logres transmitir un mensaje, que sin mucho preámbulo, te beneficie con una respuesta positiva, o incluso, con una respuesta negativa que no esté influenciada por un estado anímico igualmente negativo, donde se ponga en evidencia el mal humor o la ira de quien recibe el mensaje.
Lo anterior viene a colación por el hecho de que he tratado de establecer una estrategia efectiva en mi familia para terminar con los malos entendidos y con los sentimientos encontrados que se generan cuando se emiten mensajes plenos de insinuaciones distorsionadas, lo que genera ansiedad, confusión y en ocasiones desagrado, y que la mayoría de mis seres amados, cuando se les pide claridad, terminan por utilizar mecanismos de defensa para librarse de la no muy grata experiencia de sentirse rechazados y así poder establecer un estado más cómodo como el de sentirse víctima de la falta de comprensión del mal definido jefe de familia.
Pues bien, pasemos a analizar algunos ejemplos: Mi esposa utiliza algunas citas bíblicas para hacerme ver que no soy muy generoso económicamente, la más socorrida es: “Porque nada hemos traído al mundo, así es que nada podemos sacar de él” (1Tim 6:7). Mi hija Kattia, cuando siente que no le hago caso al quejarse de algún malestar, me dice: “en casa del herrero azadón de palo”. Mi hija María Elena es más práctica, cuando quiere que cuidemos de sus hijos porque tiene algún compromiso social o de trabajo dice: Qué bueno sería que mis hijos tuvieran bonitos recuerdo de sus abuelos, sobre todo de ti que tanto te gusta narrar cuentos, imagínate que valiosa oportunidad. Mi Hijo Cristian, es más callado, pero utiliza la fantasía para tratar de lograr algo: Imagínate padre, tú y yo sentados en una cómoda silla, apreciando la naturaleza, escuchando el canto de los pajarillos, y claro, disfrutando de una sabrosa carne asada y una bebida bien fría; que lástima que no tenemos un ranchito. Mi nieto Sebastián, el mayor de todos, utiliza el método intelectual, me pide que desglose un tema donde la ambición humana ha sido determinante para el poco disfrute de lo que nos obsequia la vida y cuando detecta una señal vulnerable en mi descripción, es cuando deja sentir el verdadero motivo de su diálogo conmigo. Por el contrario, Emiliano, el humanista, me habla de la pobreza, de los limitantes para allegarse la felicidad y por último de la ventaja de tener un abuelo comprensivo, después dice: yo no te pido nada, porque quizás carezcas de lo elemental para saciar tus necesidades, pero si te llega a sobrar el auto, piensa que yo me conformaría con él, aunque ya sea un modelo viejo.
Qué importante la comunicación clara y precisa; si deseas algo pídelo, si lo que pides está al alcance de quien te lo puede dar, sin duda recibirás la respuesta que esperas, pero si no lo está, no te ofendas, ni ofendas a quien, teniendo un buen corazón, seguramente te lo daría, aunque no se lo pidieras.
“Pedid, y se os dará: buscad, y hallaréis: llamad, y os abrirán. Porque todo aquél que pide, recibe; y el que busca, halla; y el que llama, se le abrirá.” (Mt 7: 7-8)
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