Al decir ¿qué pasa? una ráfaga de viento entró por la ventana y arrastró un calendario que tengo sobre la mesa de trabajo de mi taller literario. ¿El viento? Con esa palabra imaginé, que el tiempo va que vuela y que en muchas ocasiones, no tenemos oportunidad de hacer todo lo que nos proponemos en la vida.

Pero también, que el viento, suele ser el transporte natural de muchas cosas que vienen viajando involuntariamente de tantos sitios; es el aire, entre otras cosas, un mecanismo de transmisión indirecto donde viaja el polvo o núcleos de gotitas, o sea, partículas muy pequeñas que pueden llegar al ser humano, como parte de la cadena epidemiológica que evidencia la forma en que podemos desarrollar una enfermedad.

Pero, no es el aire el único mecanismo que puede transmitir enfermedades, muchas personas piensan que están sufriendo enfermedades “inexplicables” debido a que tanto los alimentos, como bebidas que consumimos, no cumplen con las normas oficiales de seguridad establecidas, esto, por la falta de un eficiente control sanitario, convirtiéndose por ello en fuentes de infección, ya que son verdaderos reservorios donde se multiplican bacterias o sus toxinas, parásitos y otros agentes productores de enfermedad.

En algunas ocasiones, nos han comentado, que en las tiendas de autoservicio, los empresarios no respetan la fecha de caducidad o vigencia de algún alimento, como los cárnicos de consumo más frecuentes (pollo, carne de res y puerco), también los lácteos y productos derivados de los mismos.

Me preguntaban además, si era posible sufrir enfermedades a consecuencia de los métodos de conservación de las frutas y verduras, como el encerado o abrillantado de manzanas, o el mucho tiempo que pasan los tomates, los aguacates y otros vegetales en refrigeración, se quejaban del sabor, de la consistencia de los tejidos vegetales, del acelerado proceso de putrefacción o descomposición, una vez que salen de los supermercados; para responder a todas esas preguntas, les recomendé que acudieran mejor a las dependencias gubernamentales bajo la rectoría de la Secretaría de Salud, que se encargan de la protección contra riesgos sanitarios.

La ciudadanía no sólo está preocupada por la inseguridad pública ocasionada por los eventos cotidianos; les preocupa también el que su salud esté en peligro debido a los riesgos sanitarios.

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