No siempre se puede tener todo lo que se quiere, bueno, en ocasiones no se puede tener ni siquiera lo que realmente se necesita; si se preguntan por qué, algunos de ustedes ya sabrán la respuesta, pero, por más acertada que ésta sea, yo les puedo asegurar, que excluyendo las necesidades básicas para sobrevivir, todas las demás resultan ser sólo un valor agregado en la vida.
En una ocasión, aun siendo estudiante universitario, vi en un aparador de una zapatería unos zapatos hermosos, desafortunadamente, su precio era muy elevado, por lo que no podía adquirirlos, pasé varias veces por la zapatería y de nuevo se me iban los ojos con los famosos zapatos, por lo que un buen día me propuse ahorrar para comprarlos, pero para ello, sabía que tendría que limitar mis gastos en otro reglón del presupuesto que mi padre me había asignado para mis estudios, empecé por ahorrar en pasajes de autobús local y foráneo, en ocasiones caminaba largos trayectos para llegar a mi destino, que un día me di cuenta, que mis zapatos del día se me habían gastado tanto, que necesitaban nuevas suelas, aun así, me dije: bien vale la pena el sacrificio, cuando por fin completé para comprar los zapatos de mis sueños, me dirigí a la zapatería y salí de ella muy airoso, más no complacido, pues apenas llevaba algunas cuadras caminadas y me percaté de que me quedaban apretados, tanto, que me ocasionaron unas dolorosas ampollas en los talones, como pude llegué a la casa estudiantil y me los quité, los tome en mis manos y me dije: qué bueno que no se rasparon, los zapatos nuevos son como los caballos broncos, hay que domarlos, me los iré poniendo a ratos hasta que la horma sea la adecuada, desafortunadamente, nunca pude domar esos zapatos, por lo que seguí con mis zapatos viejos, sintiendo el alivio cada vez que me los ponía; los zapatos nuevos los guardé en su caja, pero ya sin esperanza de poder usarlos; pensé en regalarlos, y como mi mejor amigo calzaba del mismo número, el día de su cumpleaños se los regalé, mi amigo quedo fascinado con los zapatos, no sin antes decirme: estos zapatos son caros, cómo le hiciste para comprarlos, no queriendo narrarle toda la historia le dije: Una cosa es desear algo y otra necesitarla, las apariencias engañan, yo no fui hecho para ese tipo de zapatos, a ti se te verán mucho mejor que a mí. A la vuelta de un mes mi amigo regresó con una caja de zapatos en la mano y me dijo: Querido amigo, creo que yo soy igual de delicado que tú, no soporté el trato de un zapato fino, en mis primitivos pies. Y los dos nos echamos a reír.
Cuida más de complacer tus necesidades básicas, seguro estoy que te harán sentir muy satisfecho, porque los deseos, suelen ser fugaces, engañosos y en ocasiones dolorosos.
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