Cierto día, me desperté angustiado, pues en mis sueños me veía en una ciudad cercana a donde había dejado de acudir con motivo del Covid-19, en este viaje me acompañaba mi esposa y ambos recorrimos los sitios que nos recordaron parte de nuestros primeros años viviendo en matrimonio, por lo que disfrutábamos mucho nuestra estancia, pero como se hacía tarde decidimos regresar y al ir al encuentro de auto, este había sido vandalizado al despojarlo de una de sus llantas, por lo que me di a la tarea de buscar un mecánico y comprar las piezas faltantes. Una vez terminada la reparación, emprendimos el retorno, notando que tendríamos que viajar de noche, y aunque no nos disgusta hacerlo, siempre preferimos hacerlo de día, para nuestra fortuna el firmamento se encontraba plétoro de brillantes estrellas y una espléndida luna llena, por lo que la carretera parecía un bulevar sumamente iluminado, lo que nos animó a entonar una romántica canción; pero el gusto nos duró muy poco, porque de pronto, todo se obscureció de una manera inusual, notando también, que los faros del auto dejaron de funcionar, entonces abriendo desmesuradamente los ojos, me acercaba lo más posible al parabrisas, como tratando de ver lo imposible, al tiempo me percaté que la velocidad del auto era excesiva y no podía frenarlo, y al no poder lograr mi propósito, tomé la mano de mi esposa la miré a los ojos, me percaté de su terrible angustia y le pedí cerráramos ambos los ojos y nos encomendáramos a Dios. Pude sentir cómo el auto iba a toda velocidad, pero no se salía de la cinta asfáltica, de hecho, tomaba las curvas con una precisión sorprendente; de pronto sentí que auto disminuía la velocidad, abrí los ojos y todo se iluminó, como si fuera un esplendoroso día, cuando por fin detuvo su marcha escuché una voz que decía: No teman, todo está bien, su vida va sobre rieles.
Le platiqué mi sueño a María Elena y sorprendida me comentó: No sé qué decirte. Yo le contesté, creo saberlo, nuestra vida, a pesar del miedo que nos infunden los riesgos inherentes a la pandemia, va por buen camino, Jesucristo nos invita a fortalecer nuestra fe y a seguir confiando en él, porque no hay poder más grande que el suyo, porque hizo una promesa y siempre cumple: “Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (Mt 28:20)
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