Mi nieto Emiliano se encuentra cursando actualmente el segundo año de secundaria, y ayer me habló por teléfono y con mucha seriedad me dice: Abuelo quiero pedirte una cosa, no se trata de dinero, así es que no creo que no estés en condiciones de no acceder a mi petición. ¿De qué se trata Emiliano, cuál es tu necesidad? Necesito un reloj. ¿Y el que te compré en diciembre? Por ahí ha de estar guardado, creo que se le acabó la pila, pero además ese es un reloj deportivo, yo lo que quiero es un reloj que vaya de acuerdo con mi personalidad. Bueno, siendo un adolescente pensé que te agradaría más algo sport, a ti te gusta mucho el deporte y pensé que como buen deportista ese reloj iba con tu personalidad. En verdad te lo agradezco abuelo, pero por lo mismo, debido a mi adolescencia, mi personalidad está cambiando. Espero que para bien. Claro, que para bien, pero necesito proyectar una imagen más ejecutiva. Pero, eres un adolescente y deberías de proyectar una imagen juvenil, moderna, sport, así como te veo yo. No abuelo, los tiempos cambian y los adolescentes necesitamos cambiar también y más ahora que hemos sentido el efecto de la pandemia sobre la economía del país. ¿Acaso me estás diciendo que ahora quieres también ser un agente de productividad? Al menos quiero depender económicamente menos de mis papás, tú sabes, a ellos también les ha afectado su economía, no ganan lo suficiente y la vida está muy cara. Aplaudo tu interés por ayudar a mejorar la economía doméstica, pero ¿no crees que emprender una actividad económica por tu cuenta te distraería de tu principal meta? Me refiero a tu preparación académica. Sí, esa es mi prioridad, pero como te decía, las cosas cambian y con ellas yo tengo que cambiar, procuraré que la actividad extra no afecte mis estudios, pero no me has resuelto nada sobre lo del reloj, además no te pido que sea nuevo, puede ser uno usado que tengas por ahí. Sí, tengo guardado por ahí un reloj, pero antes de dártelo quiero contarte una pequeña historia, tienes tiempo para escucharla. Claro, hoy es fin de semana, no tengo clases. Bueno, mi primer reloj lo tuve precisamente cuando ingresé a primero de secundaria, no recuerdo haberle pedido a mis padres que me compraran uno, pero, algo han de haber intuido, porque de pronto tu bisabuelo Salomón, al inicio del curso, puso en mi muñeca izquierda un reloj de pulsera marca Elgin, De Lux, mecánico, caja de oro, y extensible chapado en oro, creo que el reloj era del año mil novecientos treinta; no era nuevo, seguramente era un reloj que tenía historia familiar, pero mi padre sólo dijo: “Cuídalo y sigue adelante, que te sirva para marcar tu tiempo, porque el tiempo vale oro”. Basta decirte que cuidé por muchos años aquel reloj como lo más preciado que tenía, no por su valor económico, si por su valor sentimental; desgraciadamente un día, por un descuido, lo dejé muy cerca de una alberca a la que había ido a nadar, alguien, me imagino que sin querer, con el pie lo lanzó al agua; como nos retiramos ya obscureciendo de la alberca, no me percaté que llevara aquella joya, pero al día siguiente, no la encontré por ningún lado; un mes después recordé que lo había llevado a la alberca, y acudí para saber si alguien lo había recogido, pero, nadie sabía de él, me dirigí a la alberca y cuál fue mi sorpresa que con los rayos del sol se reflejó el brillo del reloj en el fondo, lo saqué de ahí, ya no funcionaba, lo llevé al relojero, pero no tenía dinero para arreglarlo y lo guardé, tan bien guardado, que no lo he podido encontrar, pero me gustaría mucho encontrarlo para llevarlo a arreglar, pues fue un regalo de alguien a quien sigo amando. No te preocupes abuelo, el reloj que me obsequies lo cuidaré, al menos, hasta que haya otro cambio en mi vida. Recuerda Emiliano que las cosas no son más que objetos materiales, lo que nunca cambia es el amor verdadero, a veces, uno quisiera retener a las personas, teniendo objetos que les pertenecieron, pero con el tiempo entenderás, que lo único que puedes atesorar, es lo mucho que amaste en la vida.
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