La paciencia es una virtud que engrandece el alma; pacientes son las plantas, que habiéndolas sacado de su hábitat natural para adornar y embellecer nuestras casas, permanecen calladas, e irremediablemente pacientes, se van adaptando a su nueva vida, condenándolas a una dependencia involuntaria. Si en verdad las amamos, podrán llevar una existencia sin muchos sobresaltos, pero si las condenamos al olvido, seguramente perecerán al poco tiempo de haberlas trasplantado. Pero qué pasaría si las plantas a las que consideramos en ocasiones una cosa, y no le damos su lugar de ser vivo en el planeta, entiende la necesidad del hombre de rodearse de cosas bellas para generar paz y armonía en su entorno? Hasta ahora, no he conocido a nadie que no disfrute el ver florecer las plantas, en deleitarse con su aroma, el sentir la alegría que le proporcionan al paisaje, y yo no soy la excepción, además estoy convencido de la gran importancia que tiene la vegetación en nuestra vida.
Un buen día caminaba por el área verde del complejo habitacional donde vivo, a mi paso vi un hermosísimo helecho real, de inmediato quedé prendado de su belleza y de su vigor, curiosamente no lo había visto antes, tal vez porque cuando caminaba veía solo mi interior, durante tres fines de semana seguí observándolo, así como a la persona que con esmero lo cuidaba, una bella dama de avanzada edad, que al pasar por el lugar donde se encontraba el helecho, empecé a saludar con mucho respeto, después de un buen tiempo detuve mi marcha y me animé a decirle que admiraba mucho su planta y la dedicación que ponía para cuidar de él, ella se sonrió, pero no dijo más, dos semanas después me atreví a pedirle una poda de la planta y no me contestó; tiempo después, al pasar a su lado, ella detuvo mi marcha, inclinó su cuerpo hasta estar a nivel de los finos tallos del helecho y tomó en sus manos sólo una pequeña poda y me preguntó que si la quería, sin titubear le dije que sí, y luego de darme algunas recomendaciones sobre cómo sembrarla, me dijo antes de irme: Cuando usted me dijo que admiraba la belleza del helecho y mis cuidados, quise obsequiarle una poda, pero no estaba segura que podría ser la persona indicada para cuidar plantas, debe de saber, que cuando una persona se decide a arrancar la poda, ellas sienten como si se le arrebatara un hijo a una madre; me decidí a darle un pedazo de mi planta, porque veo cómo sigue observándola; tómela y recuerde una cosa, no solamente cuido a mis plantas, ellas me cuidan a mí también.
Hoy mi helecho, mi amigo, luce en la parte frontal de mi casa, ahora esta tan cerca de mí y lo veo crecer sano y fuerte, cuando lo veo me siento igualmente saludable.

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