Me preguntaban mis nietos qué consideraba fue lo mejor de mis días de vacaciones, sin titubear les contesté que fue el trabajo; Sebastián y Emiliano no pudieron contener la risa; pero cómo puedes decir eso, comentó Sebastián, se supone que en vacaciones debes de descansar del trabajo, así es abuelo, comentó Emiliano, debe de haber algo en esos días dedicados al descanso, qué te hizo sentir bien. ¿Acaso he dicho que el trabajo me causa cansancio? Yo hablo del trabajo de estar con ustedes y el resto de mis nietos, realmente es un trabajo muy satisfactorio porque me permitió estar más tiempo a su lado y ponerme al corriente de sus avances existenciales; eso me da la oportunidad de saber si van por el camino correcto o están empezando a buscar atajos tratando de llegar más pronto a donde deben de llegar a tiempo y bien preparados.
No te entiendo, comentó Sebastián, qué bueno que preguntas eso, le respondí, porque con ello pones en evidencia la necesidad de recibir algún tipo de asesoría para comprender lo que ahora te estoy diciendo, tú siempre das la apariencia de saberlo todo, de tener todas las respuestas, pero, tienes que valorar las ideas que otras personas aportan sobre los temas que surgen día con día en tu vida, sobre todo, aquellos que se prestan a discusión por no estar totalmente de acuerdo en todo lo que tú defiendes como una verdad, y que en muchas ocasiones, son donde te apoyas para tener un comportamiento que te induce a estar siempre a la defensiva.
No abuelo, yo soy así, porque así es mi naturaleza; tal vez tengas algo de razón si tuviéramos que acudir al conocimiento genético, pero mucho de cómo eres, más que heredarlo, lo aprendes.
Lo que te ha faltado es precisamente ejercicios de conciencia como este que estamos practicando, pero para hacerlo debes de tener voluntad; yo no trato de imponerte mis ideas, trato de que las conozcas y si encuentras en ellas algo bueno, tómalo para bien.
Emiliano nos escuchaba con atención e intervino de manera espontánea; me imagino que yo todavía entiendo menos porque no tengo la edad para entenderlo; te equivocas, estoy seguro que me estas entendiendo, pero estas entrando a una edad en la cual le das más importancia a todo aquello que te da satisfacción, digamos los juegos de computadora, pero igual que tu hermano, tienes una inteligencia sobresaliente, y necesitas de orientación, y fíjate que digo orientación y no imposición, tú tienes todo el derecho del mudo de cuestionar mis ideas, pero tienes que explicarme en forma congruente por qué no estás de acuerdo con lo que digo, de otra manera, todo quedará como una negativa caprichosa de tu parte, un rechazo a considerar el respeto que le debes de tener a los demás.
Quiero comentarles algo más y que está relacionado con lo que estamos tratando, su primo José Manuel, el más pequeño de todos mis nietos, me enseñó más cosas de las que yo pude enseñare a él, en estas vacaciones; un buen día llegó a casa de vista y corriendo se acercó a mi lado, me abrazó, me besó y me dijo: Abuelo te extrañé mucho, nunca me había dicho eso, por lo que me sorprendió su confesión y le pregunté: Y por qué me extrañaste mi niño, me volvió a abrazar y después acercó su bello rostro al mío y mirándome a los ojos me dijo: Por qué cuando ibas al trabajo no tenías tiempo para jugar conmigo y mi hermanita María José y ahora que estás aquí te amo más. Escuchar eso de un niño de casi 3 años me hizo pensar en cuánto nos necesitamos ambos, él para sentir el amor de su abuelo y yo para sentirme amado.
“Id pues, e instruid a todas las naciones en el camino de la salud, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad ciertos que yo mismo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los siglos” (Mt 38:19-20).
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