El día 12 de julio María Elena y yo celebramos nuestro aniversario matrimonial número 44, lo que suscitó más que felicitaciones de nuestros familiares y amigos una serie de preguntas entre las que sobresalían tres: ¿Cómo le hicieron para mantenerse unidos todos esos años? ¿Son acaso un ejemplo de pareja ideal? ¿Es el amor la fórmula para mantenerse unidos? María Elena no dudó en responder que sin amor ninguna pareja sobrevive tanto tiempo unida; como yo me quedé callado, ella se me quedó mirando insistentemente como para qué respaldara su aseveración, y entonces dije: Yo agregaría, que además del amor que existe entre ambos, hay un ingrediente especial que sirve como catalizador de todas las reacciones que se suscitan en una relación de pareja, y es lo he dado en llamar fusión espiritual; lo explicaré de la siguiente manera: Además de la atracción física y la empatía inicial para unir al hombre y la mujer, las parejas que han sido elegidas para emprender el largo recorrido de la vida matrimonial tienen que sortear una serie de pruebas, que de salir victoriosas, las conducirán al encuentro del verdadero amor; existe pues en ellas, una plena identificación espiritual, situación que, de inicio, no es percibida conscientemente, pero que lleva implícita la intervención del Espíritu Santo que mueve el interés de ambos seres hacía una dirección suprema. Durante el camino hacia la verdad, ambos entenderán el por qué hay que amar a Dios por sobre todas las cosas, del por qué hay que amar al prójimo como a sí mismo, el por qué hay que enfrentar las tentaciones y el significado del perdón; entender por qué sólo Dios es bueno, el por qué hay que renunciar al egoísmo; podríamos decir, que nosotros vamos por ese camino, desde luego que las victorias que hemos logrado, en ocasiones se tambalean, porque aparece la sombra siniestra del egoísmo, cuando nos queremos afianzar uno del otro, y no encontramos respuesta, olvidando que de quien no debemos de soltar, es de Dios.

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