- No es creencia, es una filosofía la inmortalidad del alma
- Desde las Catrinas hasta el pan cocinado en leña
1.- Las festividades del Día de Muertos se ha convertido en un recurso de la mercadotecnia, su promoción mediática y otras presenciales como son el adorno en las vitrinas de exhibición del comercio, los desfiles de las catrinas, las meseras de los restaurantes, todo ello en zonas turísticas, se ha convertido en un recurso para incentivar el consumo. Incluso crearon la figura del catrín por aquello de evitar la exclusión, pero no existe tal en el inventario de la historia.
La catrina es un personaje producto de la creación plástica del caricaturista José Guadalupe Posada, y se ha asociado al Día de Muertos, es hoy en día un icono incluso internacional, pero no tiene ninguna relación en el ritual que nuestros antecesores ofrecen en el Día de los Muertos, cuando muchos mexicanos esperan la visita de sus seres queridos.
Pero el Día de Muertos no es una creencia, la inmortalidad del alma es una filosofía que incluso es materia de estudio en algunas universidades particularmente en Alemania.
Hace medio siglo los actos conmemorativos en honor de los difuntos tenían mayor presencia en estados como Oaxaca y toda la región noreste, de igual forma en Guerrero y la zona de influencia de ambos estados. Por ejemplo la cercanía de Oaxaca con Veracruz, hizo que este último estado abrazara esa práctica, aunque no formara parte de su cultura, y lo mismo se puede decir de Puebla, donde actualmente se celebra un desfile de catrinas, cuyos lujosos atuendos compiten y hay un premio para los primeros lugares.
El desfile de Catrinas de Puebla es hoy en día uno de las atracciones del turismo, en la ciudad capital los restaurantes montan grandes altares, presentan espectáculos musicales, los mariachis y las chinas poblanas van caracterizados como catrines, igualmente los meseros y meseras.
También le puedo compartir, que los comerciantes oaxaqueños del siglo pasado, arribaban al puerto de Veracruz para vender sus productos en el mercado, llevaban el famoso “queso de Hebra”, hoy conocido como “queso Oaxaca” y esa delicia no la encontraba usted en los pocos “supers” de la época. Solo los sábados y domingos llegaban los “chapulines”, la carne seca, los totopos y las tortillas de coyol, ambas enormes equivalentes a cuatro piezas de las que hoy encuentra usted en los expendios.
El tema es que, así como llevaban esos productos para comercializarlos, también introdujeron la cultura de rendir homenaje a los muertos como lo hacían nuestros aborígenes, es decir el ritual que se ofrecía a los muertos de Oaxaca fue adoptado por los veracruzanos aunque no formara parte de sus usos y costumbres, y lo mismo ocurrió en otros puntos de la geografía mexicana.
Hoy en día en Canadá y Estados Unidos también se montan altares con sus 7 escalones, pero son adornados con figuras de brujitas y calabazas, en algunos de ellos no hay ni siquiera veladoras ni un vaso de agua, que son dos de los principales elementos en una ofrenda en la que se presentan frutas, pan y otros elementos del gusto del difunto o difuntos, desde cigarros, tequila, y otras bebidas apreciadas por el homenajeado.
Déjeme decirle que quienes han estudiado este tema, aseguran que las almas de los difuntos gozan los aromas, no comen el alimento obviamente pero se deleitan percibiendo un buen plato de mole o de pozole, igualmente disfruta el aroma de un coñac, un tequila o una cerveza, ¡Vaya usted a saber! pero eso dicen los estudiosos del tema.
2.- Los difuntos con menos de 40 días de haber fallecido previo al 1º de noviembre, no se les hace altar, porque en ese periodo andan en su recorrido para elegir el lugar donde se quedarán. Es decir, no tienen aún un lugar fijo, por lo tanto no tienen acceso a un altar. Esto lo dicen las tradiciones de Guerrero y Oaxaca, pero también en las universidades, entre ellas las de Alemania, estudian el espiritualismo filosófico y en ese sistema se defiende la esencia espiritual y la inmortalidad del alma.
Me pregunto si nuestros pueblos más identificados con el ritual conmemorativo del Día de los Muertos, tendrá una interpretación clara de lo que representa este ritual, creer que ellos (nuestros seres queridos ya difuntos) nos visitan en ese día, es también creer en que las almas son inmortales, es algo divino que el ser Supremo nos obsequia.
De lo que no hay duda, es que es un gran día, por eso en las culturas ancestrales en esa ocasión se hornea pan, una tarea que es exclusiva de los varones. Se acostumbra visitar a la familia o familias que hubieran perdido a un ser querido en el último año, y estas se encuentran preparadas con pequeños obsequios, que pueden ser desde un caramelo hasta una carpeta tejida por la anfitriona, además del pan recién horneado.
Por la noche hay una peregrinación y en cada hogar que se visita (porque están de duelo) se van sumando al grupo que con cirios recorren las calles del pueblo. Esto lo pude conocer en Apipilulco en el estado de Guerrero, está a media hora de Iguala.
Por cierto el pan se hace en hornos rústicos, en leña, de otra manera no tendría la validez que se le da como ofrenda.
Cómo usted seguramente sabe, mi tema es siempre político, pero hoy quise arriesgarme quizá a perder algunos lectores, pero este fue mi ritual al estar próximo el 1o de noviembre Día de Todos los Santos y el 2 de noviembre el Día de los Fieles Difuntos