Un buen día me encontraba en medio de una transición existencial meditando sobre la materia y el espíritu, más no queriendo profundizar en el misterio de su conformación en unidad, para dar identidad al ser, sólo me atreví a pensar, que en ocasiones, lo mejor que me ha ocurrido durante el día es el hecho de poder tener conciencia de que estoy aquí para mí, para que lo disfrute, lo sienta y me dé cuenta de que estoy vivo; pero en un abrir y cerrar de ojos, esa visión desaparece, al recordar que antes de pensar en el maravilloso regalo que Dios me obsequió, debo de cumplir con las tareas que me he impuesto para seguir sintiendo que formo parte de un todo que se llama sociedad.
Cuando me encuentro inmerso en un ambiente donde sé que lo que estoy haciendo es bueno para mí para los demás, pero no por ello es lo mejor que quisiera estar viviendo en ese momento, porque siento que mi espíritu está inquieto y trata desesperadamente de despertarme de esa realidad que de alguna manera riñe con mi estado físico actual, por lo que desearía entonces, tener la suficiente capacidad y madurez para resolver el dilema que me plantea el problema entre vivir de acuerdo a la proyección que socialmente tracé muchos años atrás para identificarme como persona o hacerle caso a mi ente espiritual que tiene como misión el que me sienta bien conmigo mismo y con la idea de que soy algo más que materia.
Si estoy aquí, pisando tierra firme, mi cuerpo se identifica como parte de la misma naturaleza, de ahí que en esas circunstancias, el espíritu no puede tener más fuerza que el cuerpo, de hecho, se sujeta a su condición de energía contenida en un espacio suficientemente compacto como para no permitirle liberarse hasta que la materia madure lo suficiente.
En un abrir y cerrar de ojos pudiera pasar de un estado a otro, sentirme libre e ir a donde quiera, pero estoy aquí y de igual manera me percato que este maravilloso regalo de Dios que se llama vida, está lleno de cosas buenas para mí, para alimentar a mi espíritu mientras madura y se transforma en esa energía pura que tiene el enorme poder de renovarse a sí misma, para regresar cuantas veces desee para integrarse a un cuerpo que fue creado a imagen y semejanza del creador del universo, lo mejor de mí, es eso.
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