Según John Stuart Mill, la libertad comprende: El dominio interno de la conciencia, la libertad de pensar y sentir, la libertad de expresar y publicar las opiniones (sobre cualquier materia).
Comprende nuestros gustos y la determinación de nuestros propios fines para trazar el plan de vida según nuestro carácter para obrar como queramos, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les perjudiquemos, aún cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es loca, perversa o equivocada.
De esta libertad de cada individuo se desprende la libertad, dentro de los límites de asociación entre individuos. “La libertad que merece este nombre es buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo”.
Mill adoptó una doctrina feminista (equidad de género) y le dedicó un libro, La esclavitud femenina (1869). La situación de la mujer la considera esclavitud que afecta a la sociedad, obvio hoy no, sí, en el siglo XIX. Tuvieron influencia la esposa de Mill, Harriet Taylor y su hija, Helen Taylor, fervientes y activas promotoras de la igualdad mujeres y hombres.
El libro recibió rechazo del medio académico e intelectual, aunque en Inglaterra había manifestaciones en favor de los derechos de la mujer al sufragio y a la educación superior, el tema no era objeto de un tratado sistemático. Mill, abrió brecha en un medio reactivo a la cuestión femenina. Sus ideas de libertad e igualdad y su sensibilidad personal, le llevaron a criticar la condición de la mujer y a equiparar con esclavitud.
La subordinación de la mujer, que le niega la menor presencia en los “negocios públicos” y la obliga a obedecer al marido en la vida privada, se basa en la ley del más fuerte, abolida en Francia e Inglaterra, pero persistía en la dominación de la mujer por el hombre.
Fuera de la familia, actividades religiosas y beneficencia, la mujer no podía elegir. Además de la enfermedad y de la indigencia, no hay mayor enemigo de la felicidad, cita Mill, “que la falta de un camino honroso, de cauce por donde se derrame nuestra actividad”, y a la mayoría de las mujeres se les negaba ese camino.