Hace unos días pasé a saludar a mi madre; como siempre, le dio mucho gusto mi visita y a mí el verla bien y de buen ánimo. Como se enteró de que había estado un poco enfermo, me preguntó sobre ese asunto, le contesté que me encontraba bien gracias a Dios, pero mi madre permaneció callada por unos minutos, se me quedó viendo y en seguida me dijo: No tengas miedo.
Extrañado de su respuesta, pero sabiendo que en ocasiones no alcanza a escuchar con claridad, le repetí de nuevo que me encontraba bien, pero ella insistió y volvió a decirme que no tuviera miedo, y en seguida me comentó que ella a sus casi 90 años ya había pasado por muchos momentos difíciles en la vida, algunos de ellos fueron padecimientos ocasionados por distraer su atención personal por estar velando por la salud de la familia, al buscar el sustento económico para sostener los gastos del hogar y los que se generaban por otros conceptos como la educación de los hijos; volvió a decirme por tercera vez que no tuviera miedo, que no dejara que las preocupaciones cotidianas se instalaran en mi mente y desplazaran todas las cosas buenas que me ocurrían todos los días.
Mi esposa intervino en ese momento y le comentó a mi madre que ella pensaba que mucho de lo que últimamente me ocurre está relacionado con la limitación que experimento al querer hacer cosas que hacía, hasta hace apenas 5 años, como comer lo que más me agrada, tomar ocasionalmente algún refresco, practicar más ejercicio, estar más tiempo con la familia; y aseguraba, que tal vez estaba un poco deprimido porque no me adaptaba a la edad.
Mi madre volteó a verme y me dijo: Mira hijo, mientras tú te sientas joven, podrás hacer lo que te gusta, pero si dese ahorita te empiezas a limitar, pensando que ya no tienes edad para hacerlas, te va afectar sobremanera; entonces me recomendó, que todos los días hiciera afirmaciones de que mi estado de salud era bueno, incluso, que repitiera que era joven, que si podía hacer lo que me agrada, poco a poco iría sintiéndome mejor, y luego le recomendó a María Elena que me cuidara por si insistía en generar pensamientos que infundan temor para enfrentar los retos que a cualquier edad te va poniendo la vida.
Entonces reafirmé la verdad que siempre he reconocido en mi progenitora, ella ha sido tan fuerte, tan segura, tan positiva, que jamás en su carácter asomó el miedo a vivir, porque como siempre nos dice, tengo muchos motivos para seguir aquí: Una gran familia a quien amo profundamente y a los que quisiera ayudar para que encuentren la verdadera felicidad.

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