Los siempre inquietos nietos mayores, Sebastian y Emiliano, me preguntaron un buen día sobre cómo conquistar a la mujer de sus sueños; antes de empezar mi relato les pregunté cómo concebían a las mujeres, Sebastián, sintiéndose más “experimentado” me dijo:

-Mira abuelo, si te estoy preguntando lo anterior, es porque creo que las mujeres son seres muy complicados.

-¿A qué te refieres con eso? -repliqué-
-Bueno las mujeres me parecen hermosas, pero me da la impresión que se quieren mucho a sí mismas, de ahí que sean un tanto vanidosas, caprichosas y pretenciosas ¿tú que piensas abuelo?
-Creo que tienes razón, pero habría que saber por qué tienen esas virtudes.
-¿Virtudes? nombre abuelo, esas no son virtudes, son defectos.
-No hijo, a los ojos de muchos hombres resultan ser defectos, pero en realidad son virtudes, mira, te lo explicaré: Una mujer es vanidosa porque está consciente de su belleza, y todo lo bello debe de tener un continuo arreglo personal, porque la verdad, el objetivo primordial no es ser hermosa por quererlo ser, sino que la naturaleza las prepara para agradarle al hombre; esto disuelve la posibilidad de que se trate de un sentimiento egoísta, pues comparte con otros su virtud; algunos hombres se quejan de ello, porque rivalizan con el hecho de la perfección y la hermosura, y cuando se sienten rechazados, juzgan de mala fe a la mujer. La mujer es caprichosa, porque sabe que debe de exigir lo que merece, entre ello, el ser respetada, protegida y amada, de tal manera que no pierda su naturaleza divina, quien ama de verdad a una mujer, verá cómo persistirán en ella todas las gracias recibidas por Dios, siempre será bella, siempre tendrá buen carácter, siempre será amorosa. La mujer es pretensiosa, porque es su mayor anhelo ocupar por justicia el lugar que le corresponde, entiéndase su pretensión la de ser siempre amada por el hombre que la pretendió y conquistó, y donde ella ciegamente confió en su palabra.

Sebastián me escuchaba con mucha atención, más se vio inquietado por la duda y me preguntó:

-Pero, no todas las mujeres son bellas o hermosas.
-Ahí de plano no estoy de acuerdo contigo, si pudieras ver con los ojos de Dios, sabrías que la verdadera belleza no reside el físico, pero, para poder tener ese poder de ver más allá de una estructura anatómica, tendrías que haber amado primero a Dios; los hombres somos demasiado machistas para amar como Dios nos ama, por eso siempre estamos buscando a una mujer que nos ame como nosotros queremos ser amados, y cuando no logramos nuestro objetivo nos ponemos a descalificar las virtudes de las mujeres, y en ocasiones, llegamos al perverso extremo de violar todos sus derechos y agredirlas, física, psicológica y sexualmente.

Sebastian tocó su barbilla con su mano derecha, me miró extrañado y suspirando hondamente me dijo:

-De veras que las mujeres son un misterio, pero si todo lo que me has contado es cierto, son también un verdadero tesoro.

Emiliano por su parte, escuchaba fascinado la conversación de su hermano mayor conmigo, él tiene menos edad, pero su espíritu es sorprendentemente grande, de ahí que perciba de manera natural la energía positiva que se desprende de las personas que conocen el verdadero amor; por el momento no preguntó nada, seguramente, lo hará más adelante, pero tengo el presentimiento de que es un niño bendecido con un corazón tan noble, que aunque entra en ocasiones en confusión, debido a lo que ocurre en el entorno, Dios guiará sus pasos por el buen camino.

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