He aquí una narración muy propicia para el día de muertos, celebración que está muy próxima en nuestro calendario, y viene a colación a que uno de mis nietos, hace un par de años me decía que le habían encargado un trabajo escolar sobre ese tema y me pedía lo ayudara; pero, exigente como es Emiliano, me pidió que no fuera algo muy trillado, que más bien, quería que fuera un tanto original y como si fuera todo un entrevistador profesional me preguntó: ¿Cómo viven nuestras almas en el cuerpo?
No queriendo defraudarlo sobre el tema, le dije que le contaría una anécdota relacionada con mi alma, e inicié la siguiente narrativa: El viento fresco de la tarde me adormece, más, siendo propicio para cerrar los ojos y para olvidarme un poco de todo lo que aconteció en la semana, algo no me permite reconciliarme conmigo mismo para que el cuerpo repose, mi mente descanse y mi espíritu salga un poco de su preciado estuche para desplazarse libremente por el entorno.
Muchas personas tienen la idea de que si el espíritu sale del cuerpo, éste tal vez ya no regrese, y entonces se presente lo inevitable; mas, eso ha resultado ser sólo una hipótesis, porque mientras dormimos, el alma puede salir a complacencia y puede viajar a cualquier tiempo en el espacio infinito: al pasado, para reunirse con quienes, en su momento, decidieron abandonar para siempre lo que hemos dado en llamar el cuerpo ¿que por qué lo hacen?
Aquí en la tierra creemos que tal vez debido al paso del tiempo causante de la caducidad o el finiquito de esa estructura física, dicho de otra manera, decimos que envejece y ya no le es posible contener la gran energía con que fue dotado y entonces busca alojamiento en un nuevo cuerpo.
Yo quiero creer, que el espíritu toma más en cuenta, para quedarse con nosotros, la madurez que adquirimos al apegarnos a una voluntad superior, que es la que ha definido nuestra misión en la tierra, si logramos mantener el equilibrio entre el cuerpo la mente y el espíritu, se dará la armonía que requiere el planeta para seguir siendo viable para la vida.
Cuando nuestro espíritu tiene la oportunidad de estar en el presente, busca la manera de conjuntar todos aquellos buenos sentimientos que se encuentran dispersos en el ambiente y que se significan como todas aquellas oportunidades que hemos tenido para ser felices y desaprovechamos, y que escapa del ser buscando alojamiento en otros cuerpos que tienen el anhelo de llegar a madurar, para estar en sintonía con el creador.
El espíritu libre puede viajar a donde quiera, pero el futuro es la última estación a la que podría tener acceso, más no regresará al todo, hasta que haya logrado alimentarse de la madurez del cuerpo, cuando este aprendió que la única forma de lograrlo, se encuentra en el amor por su prójimo y por aquél que le diera sentido a la razón de vivir.
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