Los virulentos ataques van más allá de un simple resentimiento.

Usted debe haber escuchado o leído los ácidos señalamientos vertidos por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa sobre Ricardo Anaya, precandidato de la alianza PAN-PRD-PES a la Presidencia de la República.

Calderón ha sido hasta ahora, paradójicamente por pertenecer al mismo establo partidista, el crítico que más daño le ha hecho al güerito desabrido. Cada vez que el pequeño Ricardo abre la boca para tratar de desacreditar al aspirante priísta José Antonio Meade, el ex mandatario le enmienda la plana de manera despiadada.

Felipe no sólo lo desmiente en lo que Anaya apunta, sino que lo exhibe como mentiroso y cínico, por intentar deslegitimar a su adversario tricolor con acciones en los que Ricky participó también con su voto y decisión.

Tal ferocidad calderonista no puede desprenderse sólo del simple cerrón de puerta que Anaya le propinó a Margarita Zavala, porque todo se vale en política y el “agandalle” no es nada extraño. Tal vez la acrecentó, pero lo que más escuece a quien fue segundo presidente panista es la traición de la que le hizo objeto el ahora abanderado del Frente por México, al acordar originalmente con Felipe el “cuerpeo” a la ex Primera Dama para acuchillarla poco después.

¿Esto debe importar sólo a Calderón, a Anaya y al PAN?

Directamente sí, pero indirectamente nos atañe a todos los mexicanos, sean simpatizantes azules o no.

Imaginar a un posible Presidente que piensa que la traición sío paga y la hace una herramienta cotidiana, que no valora la lealtad a nada ni a nadie, debería quitarnos el sueño. No hay peor gobernante que aquel que para alcanzar sus objetivos sigue por norma la inmoral frase maquiavelana de “el fin justifica los medios”.

Y para Anaya, el fin significa darle fin a sus adversarios. Sea, como sea…

DESDE TAMPICO CON AMOR

En Tampico, el Partido Acción Nacional muestra un rostro diferente al de su anterior dirigente nacional. Es una cara inusual en las filas azules: es la faceta de la unidad.

Una figura ha logrado lo que hasta hace poco parecía sumamente improbable en esas trincheras partidistas: convencer al sector empresarial porteño y a la vieja guardia panista de integrarse en un solo equipo para arropar un proyecto, rumbo a la sucesión municipal.

Esa figura se llama César Amor.

Dueño de una trayectoria fincada en el trabajo familiar y personal, César tiene el “palomeo” del influyente bloque de la iniciativa privada y de personajes como los ex alcaldes de extracción panista, Diego Alonso Hinojosa Aguerrevere y Arturo Elizondo Naranjo, representantes de la corriente blanquiazul con raíces más

profundas en esa parcela sureña, así como del también empresario Alvaro Garza Cantú, uno de los ediles que mejor recuerda esa comunidad.

Es una mezcla que apunta como fórmula ganadora si se le cultiva, lo cual debería ser materia obligada de análisis para quien manda en el Estado actualmente, porque significaría un puente sólido entre las nuevas generaciones del poder azul y los orígenes del panismo, plantados precisamente en Tampico.

TRABAJO EN VACACIONES

El Ayuntamiento de Victoria dio una muestra más de cómo debe trabajar una administración pública en un período vacacional.

Prácticamente no hubo descanso en la etapa navideña para la alcaldía de Oscar Almaraz Smer, a quien se le vio inaugurando más pavimentaciones de calles, poniendo en operación sistemas de alumbrado, recorriendo la ciudad para auxiliar a sectores vulnerables ante los intensos fríos registrados y hasta conviviendo con la sociedad en los festejos tradicionales de temporada.

Queda claro: Cuando se quiere trabajar, se hace, no se platica.

Twitter: @LABERINTOS HOY