Empecemos por definir este término: Sentimiento de antipatía que una persona siente hacia alguien o algo, especialmente cuando es injustificado o irracional. También se le conoce como ojeriza, odio, aborrecimiento, repulsión o manía

En la vida podemos enfrentar todo tipo de injusticias, pero una de las menos incomprendida es cuando eres objeto de la llamada “tirria”; cuídate de que alguien sienta por ti este sentimiento de antipatía, que lo mismo te puede alcanzar en la escuela, el trabajo, en la política, en los deportes, incluso entre los miembros de organizaciones sociales gubernamentales o no gubernamentales.

El tema viene a colación, porque uno de mis pacientes padecía frecuentes  agudizaciones de su gastritis, y tratando de identificar los motivos,  excluyendo las causas como el consumo de antiinflamatorios, analgésicos, alcohol, alimentos y otras bebidas irritantes, el mismo paciente concluyó que todo se debía a la “tirria” que le tenía una compañera de trabajo, que estaba en un puesto donde partían las indicaciones para asignar tareas y donde él sentía que se le “cargaba “ la mano ya que no había equidad. Con signos y síntomas claros de estrés, el hombre se quejaba amargamente del injusto trato, pues aseguraba que no había motivo para que su compañera actuara de esa manera. 

El paciente, además de solicitar el medicamento para  aliviar su dolencia gástrica, me solicitó le recomendara alguna solución, a lo que le indiqué acudiera al servicio de psicología. Tres meses después el hombre llegó más calmado a la consulta, su rostro reflejaba una tranquilidad envidiable, le pregunté sobre la evolución de su padecimiento y me contestó lo siguiente: _Primero, quiero agradecerle su esmerada atención y su atinada referencia al servicio de salud mental, quiero que sepa, que con las terapias me he sentido mucho mejor; de hecho, sin esperarlo, la compañera que tanta tirria me tenía, después de experimentar un incremento de su negativas acciones en mi contra, terminó por acercarse a mi persona, extrañada de ver que ya no me resistía a su nefasta manía, y sin pedirle explicaciones, me dijo lo siguiente: _Me da mucho gusto que ya no se queje tanto del trabajo que le mando hacer, me imagino que todo este tiempo se habrá preguntado el por qué de mi comportamiento, lo que pasa, es que siempre me dio la impresión que usted era un engreído, porque apenas sí saludaba y en una ocasión comentándolo con otras dos compañeras, me propuse a quitarle esa actitud de suficiencia, en pocas palabras “me caía gordo”, sobre todo, porque nunca se percató de mi existencia. En ese momento caí en cuenta que la mujer se había interesado en mí y al no existir una respuesta a sus intensiones, optó por dar rienda a su despecho, tratando de desquitarse. No queriendo alimentar de nuevo sentimientos de antipatía, me disculpé por aquello que pudo haberla hecho sentir mal, y después me despedí amigablemente.

No cabe duda que cada vez es más necesario velar por el bienestar mental de las personas.

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