¿A dónde vas? Me dijo un caminante, que al pasar junto a mí se detuvo para preguntar; voy, le dije, a los sitios que fui seleccionando durante mi recorrido por la vida, voy, a los espacios que de niño me parecían apropiados para tomar un descanso o para estar junto a la grata compañía de quien igual, le gusta soñar despierto con los ojos abiertos, para tratar de no perderse entre los anhelos y la realidad. Sentémonos pues a la orilla del camino, dijo el caminante, ahora veo que los hombres van recopilando experiencias para tener y formar juicios sobre la realidad que viven, mientras sus cuerpos y mentes se van desarrollando. No había pensado en eso, le respondí, yo solamente emprendí la marcha un día, y a decir verdad, no sabía a dónde me dirigía, hasta que seguí las huellas de un grandioso maestro que no requirió del envejecimiento para acumular sabiduría, porque el tiempo es en sí, parte de su esencia, o sea, significa lo que él desea, o aplica donde él quiere; él es el maestro de maestros, de hecho, por más rápido que he caminado no lo he podido alcanzar y sé que él no lleva prisa en su andar, le agrada predicar y escucha a todo aquél que desea con sinceridad escuchar su palabra. ¿Y si no lo conoces en persona, porqué sigues sus huellas? preguntó el caminante. No sabría cómo explicarlo, es como si el aire que va dejando atrás de sí, formara una fina cuerda elaborada con verdades, una cuerda invisible e irrompible  que atrae para sí a todo aquél que necesita desarrollar el tercer elemento que compone la esencia del hombre, hablo de la espiritualidad, porque has de saber, que el cuerpo y la mente son afectados por el tiempo, y para  mantener estable la integralidad del ser, se requiere necesariamente del espíritu, esencia divina que estando dentro del ser desde su nacimiento, permanece en ensoñación latente, de donde escapa la energía que convierte a los sueños en realidad. Ahora veo que tu caminar no ha sido en vano, vas por la senda correcta, dijo el caminante, y se puso de pie para seguir su marcha. En ese momento, tuve la sensación de preguntarle a dónde iba él, y al hacerlo, contestó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si ustedes me conocen conocerán también a mi Padre” (Jn 14:6)

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