En una ocasión, caminaba rumbo a la casa de mis abuelos maternos, para llegar más rápido tomé un atajo por una calle empedrada, por el camino iba pensando en la felicidad que me esperaba al llegar; de momento, por mi ensoñación, me distraje tanto, que al paso tropecé con un objeto y caí al suelo, recibiendo el trauma en ambas rodillas, me levanté sacudiéndome el polvo y noté que el pantalón se había roto en el sitio del impacto y asomó en la tela dañada una visible mancha de sangre, un poco molesto por el desafortunado evento, busqué el obstáculo con el cuál había tropezado y sólo encontré una piedra que sobresalía del resto, para mi asombro no tenía una forma irregular, por el contrario, tenia la forma de una esfera, con su superficie expuesta muy bien pulida y al desenterrar el resto, igualmente parecía haber sido trabajada por el hombre, la tomé en mi mano izquierda y le retire la tierra que se encontraba adherida a la superficie que había permanecido enterrada; al llegar a la casa a de mis abuelos y después de saludarlos, pasé a limpiar meticulosamente la piedra y una vez terminada la tarea, dije para mí, la conservaré como un recuerdo de lo importante que resulta poner atención cuando se camina con la mente extraviada, en las ilusiones o las fantasías, porque por excederse en la confianza, no se repara en las sorpresas que da la vida, en el caso que nos ocupa, por andar por un camino secundario poco conocido, y por la ansiedad de llegar más pronto a mi destino, dolorosa experiencia habría de sufrir.
Tratando de evitar que ninguno de los miembros de mi familia sufriera lo que yo aquel día, les platicaba esta anécdota, curiosamente ni mis hermanos, ni mis hijos parecen recordarla, mucho menos pusieron atención a la trascendencia del mensaje que con mayor imaginación aplica a muchas situaciones en la vida, de ahí que algunos de ellos cayeron también; entonces pensé en mis nietos, se las platiqué por lo pronto a los mayores, Sebastián y Emiliano; el primero me dijo yo no soy tan torpe, siempre me fijo al caminar, el segundo me preguntó: ¿Y la piedra? Fui a buscarla y se la mostré y me dijo en verdad tiene forma de esfera, está muy lisita y diría que hasta bonita, y ¿para que la guardas? Ya te lo dije, para que no se me olvide lo que puede ocurrir cuando no se pone la atención cuando se camina por lugares poco conocidos, que nos ofrecen aparentes ventajas. Emiliano tomó la piedra en su mano derecha y me dijo: Ya es tiempo de guardar la piedra en otro sitio.

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