He sido reiterativo en el tema, y estimo así seguiré dada la indiferencia de la mayoría de nuestras autoridades: todos los servidores públicos, sean abogados o no y con independencia del área del gobierno federal, estatal o municipal en que laboren, deberían conocer –por lo menos- el primer artículo constitucional.
Y lo afirmo no solo por capricho, sino porque abrir tan importante libro y al menos leer su primer disposición, acarrearía consigo que el servidor público –quien sea y al nivel que sea- supiera que está obligado a promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, y que la dignidad humana es el valor supremo de nuestro estado de derecho.
Le confieso estimado lector, hoy iba a hablar sobre cómo es que considero no se ha cumplido con los propósitos fundamentales de ese artículo 1, debido, entre otras cosas, al abismo entre norma y realidad (que propone Basave Benítez como tesis), pero al empezar a escribir los anteriores párrafos, me detuve y pensé: ¿Qué porcentaje de mexicanos habrá abierto la Constitución? Vaya, los obligados son los servidores públicos (y los abogados, obvio), pero, ¿Y los demás?
Y así seguí pensando: ¿Cuántos tamaulipecos habrán abierto la Constitución de Tamaulipas? ¿Cuántos victorenses, tampiqueños, matamorenses, etcétera, habrán abierto alguna vez el Código Municipal de Tamaulipas? ¿Usted, ya?
Y terminé pensando: casi todos los líderes de opinión analizan a los gobiernos federal o estatales y, ello permea en que, en la sociedad, también, los dimes y diretes siempre sean en torno a los errores, crisis, o buenas acciones de esos dos niveles de gobierno, pero: ¡Que error, hombre!
Todo esto ha redundado en una perfección de los alcaldes: los gobernadores son los villanos, los corruptos, los negligentes, los culpables del desaceleramiento económico, los que no otorgan seguridad: los que se equivocan; o, en su defecto, es la política del gobierno federal la errónea.
Pero no es solo que los líderes de opinión no otorguen espacio en su agenda para cubrir con objetividad los temas municipales, en gran medida abona que la población no sabe ni como se organizan territorial y poblacionalmente los municipios, cómo se integran e instalan los ayuntamientos, cómo funcionan, cuáles son sus atribuciones, cuáles son las facultades de los presidentes municipales y sobre todo ¡cuáles son sus obligaciones!
Y, por supuesto, si se desconoce lo anterior, con mayor razón aun cómo funcionan tanto el régimen administrativo, las comisiones, los órganos auxiliares, los organismos de colaboración, y lo más importante: la hacienda municipal, el presupuesto y el gasto público municipal.
Me sumo a lo que dijo Mauricio Merino hace días en su columna de El Universal: Los municipios pueden ser la clave, si es que tienen transparencia, rendición de cuentas y capacidad para actuar con la verdad en cada una de sus decisiones, para devolverle la dignidad a la política en su conjunto, pero yo le incorporaría algo más al pensar de Mauricio:
Así como pueden ser la clave para recuperar la dignidad a la política, también pueden ser el elemento más peligroso de su hundimiento, pues los alcaldes están aprovechando que en el escenario de hoy, solo aparecen el presidente y los gobernadores.
Creo que es tarea de nosotros los ciudadanos, que empiecen a rendir cuentas, no es sano para nuestra democracia que se les califique tan vagamente y a través de meras apreciaciones subjetivas, deben salir ya de esa cómoda burbuja que llamé hoy, la perfección de los alcaldes.