Me gustaría darle la razón al licenciado José Luis Liceaga de León.
Me gustaría decirle al Secretario del Ayuntamiento de Victoria que su argumento es auténtico, decirle que coincido con él en que los medios de comunicación son los culpables de la imagen violenta de Victoria, no sólo en México sino en todo el mundo.
En verdad, me encantaría hacer eso.
Me gustaría, sí, porque eso significaría que los homicidios, los atracos, los secuestros, las extorsiones y todo los ilícitos que aquejan en forma dramática a este municipio tendrían solución expedita en la imagen que tanto les preocupa, porque bastaría con pedirles -tal vez hasta obligarles si fuera necesario- a periódicos y a noticieros de radio y televisión, que dejen de hacer públicos los delitos que se perpetran en esta geografía.
Sería perfecto para las autoridades. Quienes viven en otros lugares del Estado, del país y del orbe, no leerían, no escucharían ni verían esas atrocidades y por lo tanto no existirían para ellos, aunque para muchos de casa fuera como lo es, casi un infierno. Desde luego, sin contar a las redes sociales, que aunque no son base para estadísticas, son una referencia obligada.
De esa manera, Victoria sería a ojos extraños, la bucólica comunidad de años atrás, cuando la llamaban la joya de la corona porque en esos tiempos, verdaderamente no pasaba nada, frase bastante conocida después con Egidio Torre Cantú.
Pero la necia, la brutal realidad, no lo permite.
Por el amor de Dios, ¿Significa que el no publicar, el no difundir lo que sucede, es suficiente para que los índices delictivos se terminen o por lo menos se reduzcan?
¿Es posible enfrentar a la ilegalidad sólo con cerrar los ojos como cuando en la niñez lo hacíamos para no ver supuestos monstruos en la oscuridad?
Temo que no sea posible. Ni siquiera pensarlo es sano.
Entiendo la postura del funcionario porque es su deber tratar de justificar los rezagos oficiales, pero no entiendo su visión del papel de los medios de comunicación en el escabroso terreno de la inseguridad pública.
Bajo esa óptica, después van a culpar también a las víctimas de los delitos, porque debido a sus denuncias, dirían, la imagen de Victoria será de un municipio violento.
Como nos decían los viejos profesores en la primaria: Se sube el cero y no contiene…

UNA FERIA Y LA VIDA LOCA
Es una historia vieja que espero no se repita.
Años atrás, en el primer año del gobierno de Egidio Torre Cantú, Tamaulipas fue el Estado invitado a la Feria Nacional de San Marcos, en Aguascalientes, del 20 de abril al 12 de mayo.
La convocatoria al sarao fue recibida con singular alegría por el entonces Ejecutivo estatal. Tanto efecto tuvo que Egidio se aposentó durante días y días en los festejos mencionados, con la “justificación” de que la delegación tamaulipeca celebraría una serie de convenios en beneficio de las economías de ambas entidades, con intercambios culturales e inversiones mutuas.
Torre Cantú aparecía a diario en las páginas de los periódicos locales y en las emisiones televisivas en una de las pachangas públicas más largas que haya protagonizado un gobernador de Tamaulipas, rodeado de un séquito de empresarios, funcionarios y periodistas.
Pasó la Feria, pasaron los días y los meses. Pasaron los años.
Ninguno de los “productivos” acuerdos se concretó en beneficios tangibles para uno y otro Estado, dejando en claro que sólo fue el pretexto para vivir la vida loca en la más -dicen- divertida de las ferias mexicanas.
Sin embargo, algo quedó claro:
No se obtuvo beneficio alguno, pero como dice la voz popular, lo bailado ¿Quién se los quita?…

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