“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”…

Víctor Hugo

Es evidente, hay una mano o manos, que están meciendo la cuna.

Me refiero a los intentos por dañar la imagen de las actuales autoridades de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, planeados y perpetrados desde las entrañas del poder estatal recién perdido que durante un sexenio controló hasta hace poco más de un año, los destinos de esta patria chica.

La estrategia es un retrato de las aplicadas por quienes dominaron ese entorno. Fieles a su pasado político, ante la falta de argumentos para no reconocer en este caso el trabajo del Alma Mater y de su nuevo Rector, utilizan ardides y coyunturas personales que en nada atañen a la vida institucional de esa Casa de Estudios, en seguimiento de la vieja frase “mancha, que algo queda”.

En este entorno, ayer la candidata del PAN al Senado, Imelda San Miguel, bajo un apasionado argumento de defender a la mujer en general, en un evidente intento de lucrar políticamente utilizando a la UAT clavó involuntariamente una pica en donde más le duele a esa claque política: En la familia García Cabeza de Vaca.

En conferencia de prensa anunció acusaciones formales “contra todos los que atenten contra una mujer”, pero ante la presión de los medios se vió obligada a incluir en esa presunta acción a Ismael, hermano del ex gobernador de los mismos apellidos, por sus abusos y acoso aún en su papel de Senador contra el género femenino, plasmado en fotografías y videos y quien precisamente es uno de los mencionados como impulsores de campañas de lodo contra la UAT.

El cruzado de derecha que esperaban asestar se volvió un gancho al hígado contra uno de sus principales jefes políticos, cuyo nombre fue el más mencionado –para mal– en ese encuentro con reporteros. Con seguridad, no durmió tranquila la candidata anoche ante ese pésimo resultado para el panismo.

La oscuridad, es evidente, busca seguir reinando en Tamaulipas y quien piense que esto acabó lo más probable es que se equivoque. Lo volverán a intentar.

Cuidado, las trampas están colocadas, pero como suele decir un odiado y amado ex presidente, el tiempo pone a cada quien en su lugar…

LA IMPORTANCIA DEL NÚMERO 3

Asienta la voz popular que en la vida, la primera impresión es la que cuenta. Y suele tener razón.

Sin embargo, en todo existe una o algunas excepciones y una de ellas es la política. Curioso, pero real: En ese terreno y por las experiencias directas vividas, me ha quedado claro que es la última impresión la que por regla deja huella, la que remueve entrañas, la que convence o decepciona, la que mina o fortalece.

Y lo más relevante: La que define millones de votos del segmento de indecisos.

Pongo lo anterior sobre la mesa por lo sucedido en el aún fresco pero ya muy manoseado debate presidencial.

Vertidos hasta ahora mares de tinta en medios escritos, difundidas miles de horas de comentarios y análisis en televisión, radio y redes sociales, consumidas cientos de miles de tazas de café en charlas y discusiones, es oportuno remarcar lo que en el inicio de esta colaboración expongo.

En un escenario en donde aún hay quien pregunta quién ganó, en este momento de la campaña presidencial el resultado de ese evento parece que importará lo que al terrible Pepito le preocupa la bomba nuclear: Prácticamente nada.

En el vértigo de esta campaña, en una semana más el tema será viejo y hasta aburrido. El segundo encuentro echará hojas nuevas, pero cuando se lleve a cabo el tercero será como apunta una frase coloquial: Arderá Troya.

Serán esas dos horas –el tiempo fijado por el INE– las que quedarán grabadas a sólo unos días de ir a las urnas, en el consciente e inconsciente de los electores.

Cuidado con echar las campanas al vuelo de parte de Morena. Júrelo, el primer debate será casi una anécdota en el último choque en la tribuna.

Ojo con su apuesta. El 3 será el número que mande…

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