Un buen día, mi nieto Sebastián de 13 Años de edad, me pidió hablarnos en privado, cerró la puerta de mi estudio literario, se sentó frente a mí y me dijo: Abuelo, yo sé que no existe la felicidad, que lo que pensamos que es ese sentimiento, es sólo una sensación de agrado que ocurre por momentos en la vida, pero tú que tienes más años que yo, me puedes decir, si ese sentimiento puede prolongarse más tiempo y no sólo ser un flashazo parecido al destello que ocasiona un foco que se funde al prenderlo.
Me quedé pensando unos momentos en el comentario, sentí que no estaba en el mejor momento para contestar sus dudas, pero pude sentir que el deseo de mi nieto era algo más importante que el tener únicamente una opinión diferente a la suya, así es que, le contesté: Haces bien en asociar el tiempo con la posibilidad de tener una respuesta más completa de lo que es la felicidad, pero, como bien dicen, el ser feliz es una decisión de cada persona; seguramente, que tú como yo, asocias a la felicidad con las cosas buenas que nos ocurren, pero te diré, que conforme pasan los años, la vida te va mostrando que la decisión de ser feliz efectivamente sólo te corresponde a ti.
Difícilmente encontrarás en la vida a alguien que haga valer su derecho a la felicidad, sin tomar en cuenta la felicidad de los demás, de ahí que, muchas veces nos olvidamos de ser felices por hacer felices a los demás.
Yo fui muy afortunado porque nací siendo muy feliz, me bastaba el amor que mi madre me obsequiaba en mi niñez, para sentir que todo era armonía, que todo en el entorno se vestía de hermosos colores, así es que me alegraba por todo lo que entraba por mis sentidos, aun cuando empecé a experimentar sensaciones desagradables, mi espíritu alegre se resistía a dejar de ser feliz, así es que trataba de contagiar mi buen humor a otras personas, en ocasiones lo lograba, otras veces recibía respuestas sumamente negativas, pero aún así no me afectaba, pero, al sentir amenazada mi felicidad, empecé a refugiarme en mí mismo para no permitir que nada me dañara, conviví entonces con la naturaleza y me hermané con animales y plantas y seguí siendo feliz, pero siempre supe que llegaría el tiempo en que tendría que regresar al entorno hostil, al que fraccionaba la felicidad en momentos y que te tarde o tempano te exigiría renunciar a ella.
Mi nieto me interrumpió para reafirmar que él tenía razón, que la felicidad eterna no existe; entonces le pedí me dejara terminar mi relato y accedió de buena gana, así es que, continué defendiendo mi postura de que la felicidad es una decisión de cada quien, y que si bien era cierto, que en todo el trayecto de la vida irán surgiendo obstáculos para que renuncies a ella, siempre podrás decirle no a todo lo que motiva el desánimo.
Por último le dije: La felicidad es un componente esencial del espíritu, no del cuerpo material, el espíritu, es la esencia divina que emana del amor de Dios para darle sentido a la existencia del hombre, es reconocer en la vida misma, el principio de una evolución para llegar a la felicidad eterna; no es feliz aquél que le da más valor a lo material que a lo espiritual, no dejes de sonreírle a la vida.
Dicho lo anterior, Sebastián comentó: En verdad me falta vivir muchos años para poder entender todo lo que me estas explicando.

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