La corrupción en México reúne los parámetros considerados por Elliot en Notas para la definición de la cultura, porque hay quienes la asumen como mal necesario para que la administración pública en todas sus áreas funcione. Sucede lo mismo para que muchos intercambios entre particulares produzcan; otros saben que existe, la padecen pero no la denuncian, y muchos más se zambullen en ella para vivir.

Su práctica en todos los ámbitos y niveles fue la llave que abrió las puertas a la decadencia del Imperio Romano, a su ocupación por los bárbaros. Es vital actuar para corregir pues en el resultado del Informe sobre el Clima de Negocios en el Mundo, el Departamento de Estado estadounidense subraya que México es uno de los países más corruptos del mundo, como lo fue durante 2015 y 2016.

En los ámbitos de las finanzas y el comercio internacional, tienen la percepción de que en México es cotidiano el pago de sobornos a funcionarios del Gobierno, la falsificación de facturas y otros fraudes. Consideran que los fondos públicos son desviados a compañías privadas y a personas físicas, aseguran que el favoritismo está extendido entre funcionarios gubernamentales dedicados a adquisiciones. El Informe señala, a pesar de que la corrupción del sector público y privado se encuentra en muchos países, la colaboración de actores gubernamentales con organizaciones criminales (intimidación o amenazas) presenta serios retos para el Estado de Derecho en México.

INEGI estimó que durante 2016 el costo de los actos de la corrupción en el sector privado fue de mil 600 millones de pesos; un 82% considera que dichos actos son frecuentes entre los funcionarios. El Banco de México estima que la corrupción consume el 14% del ingreso de cada hogar mexicano.

Una sociedad que reclama ser escuchada y atendida, sólo encuentra oídos sordos del Estado a las demandas de solución a sus necesidades. Un país en el cual no se asume el costo de la ineptitud, del abuso, de la inseguridad, la corrupción y la impunidad, es un pobre país. Mujeres asesinadas, periodistas ejecutados, niños explotados, viejos olvidados, religiosos desaparecidos, indígenas marginados, jóvenes con miedo de no poder alcanzar sus sueños, pueblan una tierra pues carecen de nación ya que el propio Estado les robó la felicidad y la vida.

Responsabilidad es algo que no conocen nuestros gobernantes, funcionarios, dirigentes políticos y sindicales, organizaciones y empresarios. Hay problemas que hacen crisis violenta como sucede con el crimen organizado que hace más de una década se apoderó de México y a pesar de cientos de miles de muertos y de desaparecidos, el actuar de las bandas delincuenciales continúa con agudeza en varias entidades del país en las que es difícil el diario vivir, sin ser extorsionado, secuestrado, lesionado o muerto.

Tamaulipas también tiene sus socavones. Hay un puente carretero antes de llegar a Altamira, en la desviación al hospital Rodolfo Torre, el cual recién inaugurado en la administración de Eugenio Hernández se cerró a la vialidad por debilidad estructural. Esa obra mal hecha desembocó supuestamente en una demanda legal que aún no concluye. Los responsables de la obra no son obligados a reparar el daño; los entonces funcionarios estatales involucrados también gozan de impunidad y la obra que representa

complicidad, corrupción e impunidad se mantiene sin dar servicio y sin explicación al pueblo del tipo de falla, y si tiene corrección o es mejor tirarlo.

Los mexicanos tenemos hambre de líderes políticos eficientes y responsables; honestos, íntegros. Que fijen ruta clara y segura, con conducción responsable que nos lleve a buen puerto. Somos una sociedad que ha resistido el infortunio durante centurias. México a pesar del histórico saqueo a que ha sido sometido desde que llegaron los españoles, tiene mucha riqueza para ofrecer, sin embargo llegó la etapa de cerrar el paso a la influencia maligna, a la corrupción y a la impunidad, llegó la hora de continuar una tarea suspendida por décadas, la construcción de patria y de una nación que se llama, México.