No es posible pensar en cualquiera de los muchos integrantes de la mal llamada “clase política” en que son auténticos, honorables, firmes y decentes. No.

La guerra por la sucesión presidencial, en donde estará en juego el cargo que hoy ostenta con una gran animadversión popular el señor Peña Nieto, ha alcanzado niveles que, suponemos, rayan en el insulto a la inteligencia y a la honorabilidad, la cual, seguros estamos, no conocen estos señores.

No es posible pensar en que un Duarte sea decente, cuando declaraba lo que sabemos y se le ha encontrado una insultante fortuna que, ahora, niega y dice que todo es bueno. Igual, el señor Moreira y su hermano, o los Padrés y más de todo el país. Pero no conformes con ello, cambian de partido e “ideología” como cambiar de ropa interior.

No podemos pensar que un tipo de derecha, izquierda o cualquier ideología política sea honorable, cuando cambia de partido en pos de un cargo de elección popular, disfrazando sus sucias intenciones en una declaración sobre que quiere servir a México. Nada más falso y asqueroso que ello.

Otro ejemplo: Lino Korrodi, un mantense quese entregó a Vicente Fox, y ahora, cobijado por el “mesías” de la oposición Andrés Manuel López Obrador, habla de lo malo que es Vicente, cuando él fue quien hizo y deshizo para ayudarle.

Y así, vemos a todos. Aquí tuvimos un alcalde que fue priísta, luego, panista, para pasar a Movimiento Ciudadano; cambiando cada vez que necesitaba un puesto.

Eso no es decente, dirían los abuelos, y nosotros no acabamos de asom-brarnos de tanto cinismo, de tanta falacia que dicen, y de la desfachatez con que se conducen.

No dejan los lujos de antaño, ni los que estuvieron ni los que hoy están, y eso sucede siempre: se sienten intocables, no escuchan a sus representados o gobernados, porque se piensan absolutos, perfectos y además, que nunca se equivocan.

Pero la ciudadanía se ha cansado de tanta diatriba, y seguros estamos que habrá sorpresas en las próximas elecciones.

Nos han engañado tantas veces, que ahora no creemos en ningún instituto político.

El PAN, por citar alguno, maneja a nueve precandidatos a la “grande”, siendo que para los que entienden de esto piensan que el actual dirigente Ricardo Anaya sería el adecuado, pero no se puede quitar el acoso de la esposa de quien nos dirigió en un sexenio para olvidar: Margarita Zavala.

Y así, exgobernadores que hacen campaña hasta ostentándose como autores de libros, avalados –previo pago- por una editorial que, como casa de prostitutas, vende su decoro al mejor postor, y lo presenta como una opción. Nada más falso de un individuo que no tiene idea de lo que es escribir relato, novela o rima, y que además, se pasea con dinero obtenido “de la nada” que surgió en seis años que fue gobernador de Puebla.

¿Y esos nos quieren gobernar?

Es cuando la ciudadanía no cree, por ejemplo, en los viejos priístas, los neopanistas y los perredistas, en los morenistas ni en los petistas: no se cree en nada, porque unos buscan tener un registro, otros, el dinero de las prerrogativas para seguir de vividores.

Otros, los menos, quieren gobernar, pero esas mafias políticas no les dejan llegar, y seguramente harán todo lo posible por bloquear esos caminos.

Y para el mexicano castigado por las falsas promesas, por la inseguridad y el desempleo, como que ya llegó la hora de decidir acabar con esos negocios redondos que, bajo el apelativo de “partidos políticos” han servido para dos cosas: para hacer millonarios a unos cuantos, y para pura…

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