“¿Que hombre de vosotros que teniendo cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? (Lc 15:4)
Que pesadilla es esta la mía, que queriendo dormir tranquilo me llega de pronto el sobresalto, ¿por qué si queriéndote tanto, ahora tu cólera me desafía. ¿Por qué estas tan ofuscado? ¿Por qué gastas tanta energía en buscar una respuesta que ya sabes de antemano? ¿Qué por qué te llegó el quebranto? La culpa no ha sido mía, la culpa no ha sido tuya, de eso, puedes estar tranquilo, entonces ¿por qué quieres desquitarte con los que menos la tienen y te aman tanto? ¿Por qué no piensas que lo que te está pasando no es más que una prueba para que puedas encontrar la verdad que deseas? Nadie en este mundo está libre de pecado, todos tenemos debilidades, o somos presa de algún sentimiento, que al desajustar nuestro equilibrio emocional ocasionan tal daño en nuestra mente que nos hace distorsionar la realidad, y por consecuencia, desencadena en nuestro ser tal tormenta, que nos hace actuar desesperadamente, tratando de poder salvar lo que de nosotros aún queda.
Ayer platiqué con Dios, y le pregunté lo que te ocurría, el por qué de tu violenta actitud y rechazo, el por qué de tu celo y tu envidia, pero sobre todo, del porqué del dolor que manifiestas y te ciega, te ensordece y te hace parecer una entidad morbosa, carente de sentimientos y de control. ¿Acaso está enfermo, mi Señor, le pregunté con desesperación más que manifiesta? Y él me contestó, que no hay dolor más grande que el sentir que no se es amado por aquellos de los que esperamos sólo amor. Y ¿cómo hacerle entender a un niño que habiendo sido tan deseado, sintió a tan temprana edad que podría ser la causa de un desenlace por él jamás deseado?
El lobo vestido con piel de oveja te está llamando para llevarte hacia el despeñadero, y el pastor que tanto te ama y está a tu cuidado, ve con suma tristeza todo lo que te está pasando, y le duele tanto que una de sus ovejas, sintiéndose víctima del desamor, haya dejado de amarlo. Así como nadie puede arrebatarle a una madre su hijo, porque es su sangre y es su carne, y que en su vientre ha engendrado y cuidado con tanto amor, nadie podrá arrebatarle a mi Padre Celestial lo que es suyo, nadie podrá arrebatarme lo que mi Padre me ha dado para que esté bajo mi cuidado.
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com