El hogar es para mí un espacio vital, pero con los años, la acumulación de objetos empieza a reducirlo en forma importante; conscientes de ello, mi esposa y yo siempre estamos haciendo planes para deshacernos de lo que definitivamente no justifica su almacenamiento; cuando por fin decidimos actuar, al empezar a seleccionar lo que habremos de eliminar, siempre terminamos por regresar todo a su lugar al evocar la historia de cada uno de estos apreciados objetos; María Elena hace comentarios como los siguientes en esos emotivos momentos:
_ Mira el disfraz de nuestra pequeña María Elena cuando salió en el cuento de los tres cochinitos, que se efectuó en el jardín de niños. ¡Oh! y las primeras botas vaqueras que le compramos a Cristian para que su ti Arturo sintiera que es de la estirpe de los Caballero de San Francisco, Santiago N.L. Oye y este vestidito que le obsequié a Katty cuando yo participaba en las rondas infantiles que se realizaban año con año en el estadio Marte R. Gómez. Qué emoción mira la cajita metálica donde guardamos los ombliguitos de nuestros bebés, y qué hermoso está aún el caballito de madera que disfrutaron tanto nuestros tres hijos. No, definitivamente no tengo corazón para deshacerme de estos recuerdos. Entonces le digo a María Elena, qué te parece si empezamos por los juguetes, de los nietos, existe una caja enorme etiquetada como pertenencia de cada uno de nuestros siete nietos, pues la verdad las cajas están ocupando mucho espacio. Entonces mi amada esposa comenta: -Y qué tal si Dios nos bendice con otro par de angelitos, ya ves que los muchachos están jóvenes y aunque la situación económica es difícil, los niños son siempre una bendición. -No pues sí -le contesto- pero tenemos que hacer espacio porque la verdad ya no cabemos.
-Tienes razón amor, vayamos a tu estudio, empecemos por ahí, no creo que nadie tenga interés en conservar los cientos de documentos que hablan de tus inicios en la vida pública, como poeta, escritor, médico, idealista, político, maestro, filósofo y aprendiz de discípulo de Jesús.
Entonces empiezo a preocuparme de verdad, por qué esa iniciativa de deshacerse de lo mío sí va en serio, lo comprobé cuando no encontraba mi par de zapatos consentidos, una de mis chamarras deportivas, mis camisas y pantalones de la época hippie, que por cierto, se los vi a unos mis hermanos más necesitados que pasan pidiendo ayuda por las casas. Tratando de consolarme le dije:
-Tienes razón mi amor, como que el espacio reducido en nuestro hogar nos une más, podemos sentir el calor de nuestros cuerpos, no tenemos necesidad de gritar para escucharnos, los nietos están cada vez más cerca de nosotros, en fin, somos una familia muy unida y con mucha historia. A propósito, ¿crees que alguno de los nietos quiera que le herede los documentos de mi historia personal?
enfoque_sbc@hotmail.com
Espacio vital
El hogar es para mí un espacio vital, pero con los años, la acumulación de objetos empieza a reducirlo en…