Muchos años atrás, el 1 de enero de 1994, un amigo me hizo un comentario que en ese momento sonaba escalofriante:
¿Qué pasó con el país? –me dijo– me acosté anoche con un México y hoy al despertar ¡es otro!
La causa de su inquietud era el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que hizo pedazos la hasta entonces aterciopelada salida del entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari.
No sé si esa persona viva aún porque perdí contacto con la misma, pero si aún puede registrar lo que está pasando en nuestra patria, debe pensar que exageró en sus temores hace 24 años, porque ahora México no es otro de un sexenio a otro o de un año a otro. No, es otro todos los días.
¿Yo sí exagero?
Podría tomarse así esta percepción personal, pero si me permite le diré el por qué pienso de esa manera.
Desde que empezó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, este país da un vuelco prácticamente cada 24 horas.
Juzgue usted si no es así.
Un día cercano amanecimos con la noticia de que el nuevo aeropuerto en Texcoco estaba cancelado. ¡Tragedia financiera!, gritaron muchos, pero no imaginaban lo que seguía.
Al otro día –no estoy respetando el orden cronológico– nos sueltan que se cancelan también las rondas petroleras que anunciaban el fin de la reforma energética, pero al siguiente ya la noticia era que se sepultaba una promesa de campaña y las fuerzas armadas seguirían con una figura maquillada, lo cual casi de inmediato perdió las primeras planas porque emn la jornada subsecuente también se dio a conocer que la reforma educativa llegaba a su fin.
Un México nuevo tras otro, en el día a día.
El proceso proseguiría con el anuncio de que las consultas para construir un tren ahora son a la madre tierra en lugar de a los mexicanos afectados. Antes ya se había cimbrado al país con el anuncio de una refinería sin licitación y prácticamente sin estudio ambiental. Todo aderezado con declaraciones incendiarias de diputados y senadores, con reducciones brutales al presupuesto de la educación y la salud y en el mismo tenor a la ciencia, a la tecnología, a las instituciones electorales y a los programas de apoyo a paisanos. Zarandeada tras zarandeada.
¿Con qué otro México amaneceremos mañana?
No lo sé pero tampoco quiero imaginarlo, porque en la medida de los dramáticos ajustes a la vida nacional, caminan también los anuncios de correcciones “por errores” en cálculos y proyecciones económicas. Un pasito pa’delante y otros tantos para atrás, como el sonsonete de la burrita “Aquimichú”.
¿Por qué no quiero jugar al pitoniso sobre cuál puede ser ese otro México?
Porque con estos sainetes cotidianos no quiero ni pensar que un mal día amanezca con un General en el mando de la nación.
Y eso sí me quita el sueño…

UN GANADOR POST MORTEM
Gerardo Gómez Castillo está ganando una batalla, después de muchos años de haber fallecido.
Para quien no lo recuerde, fue el dirigente del otrora influyente Gremio Unido de Alijadores de Tampico, pero curiosamente la batalla a la que me refiero no fue en ese puerto, sino en su vecina Ciudad Madero.
Libró esa pelea Don Gerardo, contra el aún más poderoso Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, quien se obstinó en arrebatarle al GUA la plaza Isauro Alfaro frente al Palacio Municipal maderense, por considerarla una invasión a su feudo.
El litigio se dirimió por la fuerza. Una mañana la plaza amaneció arrasada por maquinaria pesada y el busto de Isauro, fundador del Gremio, se reubicó.
Ahora, el alcalde de Madero, Adrián Oseguera, recupera no sólo el nombre de la plaza, sino su imagen original, incluyendo el kiosko que algún día la adornó. “La Quina” debe haber dado dos vueltas en su tumba.
Bien por el edil maderense. Muestra respeto por la historia de su ciudad no sólo al recuperar esa plaza, sino en devolverle sus nombres originales a su vialidad, cambiados por caprichos políticos. Sonría don Gerardo, usted ganó…

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