Lo confieso, sigo sin entender la mecánica mental de la actual mayoría en la Cámara de Diputados en el Congreso de la Unión.
El miércoles pasado, la diputada morenista Reyna Celeste Ascencio Ortega, propuso una reforma al artículo 111 de la Constitución, obviamente de la República, para impedir de acuerdo a su visión, que los gobernadores gocen de una posible protección en sus Congresos locales, en caso de que los mandatarios sean acusados por un delito federal y la autoridad de ese orden pida su desafuero para poder proceder contra ellos.
Dos factores, igualmente importantes, parece haber olvidado la legisladora al presentar una iniciativa de esa naturaleza. Las presento, siempre conforme a la percepción de su servidor.
El primero: Esas facultades de los congresos estatales surgieron como necesaria defensa a los posibles abusos de poder emanados del gobierno central, para contar con mecanismos que protejan a las autoridades locales de potenciales arbitrariedades, de las cuales la historia está saturada de ejemplos. Todos lo sabemos, desde los orígenes de nuestro bendito país, sin importar membretes, siglas o colores, por lo general son los intereses políticos los que predominan y no la ley.
Por eso los necesarios contrapesos en los Congresos locales.
El segundo: Lo que hoy le parece correcto a la diputada Reyna Celeste, es porque su partido es el promovente de un procedimiento de desafuero en Tamaulipas y visualiza a la Cámara de ese Estado como un obstáculo.
En este escenario, lo menos importante es el destinatario de ese procedimiento. Aquí lo que debería interesarle a la señora Reyna es que ella, sus compañeros o su partido, pueden ser las víctimas a futuro de lo que ella misma impulsa.
¿Qué sucedería si dentro de unos años es el PAN, Movimiento Ciudadano o de nueva cuenta el PRI, el que tome las riendas del poder federal e intenten desaforar a una autoridad emanada de MORENA?
¿Demandaría entonces que se devuelva a los congresos locales la facultad que hoy impugna?
No puedo pedirle a Dios más inteligencia para buena parte de los diputados federales; sería demasiado trabajo aún para el Ser Supremo.
Lo que sí puedo pedirles a ellos –y a ellas como es en este caso– es un poco de sentido común y congruencia.
Aunque también eso parece mucho…
LA MEJOR JUGADA
En una posición y en un nombre, el Partido Revolucionario Institucional hizo la mejor jugada de precampaña que podía aplicar en Tamaulipas.
Para quienes tengan dudas, sospechen o especulen sobre la posición número uno de las diputaciones locales plurinominales, concedida a Edgar Melhem Salinas, líder de ese partido en el Estado, me permito exponer el porqué de esta apreciación personal.
Edgar es la cabeza de playa de la estrategia que más rendimientos le puede dar al PRI en las urnas el próximo seis de junio. Van los argumentos:
Es en estos momentos el protagonista con mayor poder de convocatoria sobre las estructuras tricolores o lo que quede de ellas, gracias a las dos vueltas completas que dio a la geografía tamaulipeca a lo largo de la pandemia. Ningún dirigente de otro partido hizo algo parecido en el Estado. Y sin recursos.
Parado en esa plataforma, que le permitió atraer nuevos militantes, rescatar a muchos de los que se habían retirado y conservar a quienes sufrían dudas o buscaban nuevos aires, es evidente que Melhem ha tomado el papel de máximo activo partidista, a falta del clásico gobernador protector y promotor.
Obviamente al decir activo no me refiero al aspecto monetario, porque la actual pobreza casi franciscana del tricolor es evidente, sino a la aportación directa que hará Melhem a las campañas. En su papel de aspirante por representación proporcional, podrá acompañar y promover a cada candidato priísta, en cada municipio, en cada distrito, local o federal. Y es muy probable que habrá quienes votarán por la figura de Edgar, aunque no conozcan bien a su abanderado.
En el balance final del proceso, otra ventaja aparece: Edgar llegará al Congreso Local, lo que le garantizará al tricolor una verdadera cabeza pensante en esa Cámara en lugar de figuras decorativas y sobre todo, desleales.
Lo dicho, es la mejor estrategia del PRI…

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