Siguiendo con los aspectos que tienen que ver con las elecciones que marcarán un hito en la historia de México, a partir del próximo año, se nos ocurre pensar que hay tres rubros que debieran privilegiarse: equidad, legalidad y respeto.
El primero tiene mucho que ver con temas de igualdad y no de candidaturas a hombres o mujeres: de esa equidad no nos gusta mucho tocar el tema, porque apasionados y apasionadas se molestan, ofenden y piensan cosas que no son. No es el hecho de que ellos o ellas sean iguales o más o menos, sino que en la equidad de cada instituto político exista la capacidad suficiente y un proceso justo para que ellos elijan a la mejor persona para contender por el destino de uno de los países donde la corrupción es reina y madre de la clase política, prácticamente, sin excepción.
No nos cabe en la cabeza que alguien en seis o tres años de administración, como por arte de magia, resuelva su futuro económico y material en forma honesta. ¡Vaya!, no sacándose los seis años seguidos la rifa del Tec de Monterrey.
Entonces, pugnamos porque sea un proceso limpio y justo, y se valore en realidad las posibilidades de triunfo de sus hombres y mujeres, y se privilegie el hecho de analizar si realmente le servirán a la Nación.
Dentro del segundo concepto, es decir, la legalidad, somos de la idea de que, como escribimos hace algunos días, que se conduzcan dentro de un marco de la ley; no podemos pensar siquiera en que nos gobiernen sinvergüenzas que no saben respetar la ley, como sucedió en los comicios últimos, donde PAN y PRI gastaron más dinero del que debían, y eso, en cualquier parte, se llama trampa, y un tramposo no merece ganar.
Pensamos que deben ser escrupulosos en el cumplimiento de este rubro; de todos es sabido que ninguna campaña se hace con el dinero que cínicamente dice el Instituto Nacional Electoral que les otorga: los millones de piezas de promoción no cuestan cinco centavos, es decir nos quieren engañar diciendo que gastaron “solo poquito”, cuando vemos, por ejemplo, lo que se paga en manejo de medios y renta de equipo para mítines únicamente…. Ya con eso salen de todo presupuesto.
Y pensamos que esos que se pasan, aunque sea un peso, deberían, en primera instancia, anular la elección y repetirla, con costo para los infractores a través de sus prerrogativas, y por otra parte, que éstos NO participen: algo así como expulsión temporal por tramposos, porque sucede lo que los pillos que detienen luego de haberse hecho ricos gobernando: los sueltan pero nunca pierden lo que se robaron ni su libertad.
Y más aún: si hay dos procesos en los que se les demuestre ilegalidad en los gastos, que pierdan su registro definitivo.
Es tiempo de no tolerar a un partido que a base de engaños quiera gobernar, y los ciudadanos debemos ser más exigentes.
Y respeto, de todos lados para todos lados, es decir: los partidos deben respetar a sus contrincantes, y dejar a un lado esos absurdos “debates” donde todos van y se dicen hasta de qué color son las pantimedias de sus amantes, pero no proponen, en un pleno desconocimiento de lo que es un debate político.
Respeto de los candidatos a sus conciudadanos: que no nos engañen diciendo que todo está bien, que estaremos mejor y que harán lo que no saben cumplir.
Respeto de los ciudadanos para sus iguales: que no nos insulten por tener otra ideología política: tenemos derecho a pensar distinto, y, bueno o malo, cada quien tiene una óptica distinta, pero tan respetable como la de los demás, por muy absurda que nos parezca.
Usted puede optar por no votar por un partido al que considera lo peor, pero no tiene derecho a insultarle.
Estas premisas podrían ser la base de una elección más justa, y solo faltaría saber de donde saldrían los políticos honestos que pudieran decir: “yo puedo”, sin miedo a que les saquen sus ilegalidades o deshonestidades a la luz pública.
Sería bueno, aunque suene utópico.
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