Años atrás, muchos, las abuelas eran para las chicas una fuente inagotable de sabiduría en lo que al amor y al matrimonio se refiere.
Si querían un consejo sobre qué hacer para obtener un buen novio que después fuera buen esposo; o cómo retenerlo cuando ya lo tenían hasta llevarlo al altar, recurrían a la abuela, que a veces era de provecta edad y a veces no tanto, pero siempre sabia. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, es un dicho que las definía.
En el primer caso, para elegir al prospecto adecuado, la sugerencia era, antes de dar el sí al pretendiente, abrir muy bien los ojos. Después, ya comprometidos, dejar siempre algo en el misterio para que el galancete tuviera secretos que descubrir y no perdiera el interés antes de tiempo. Por último, ya casados, cerrar los ojos un poquito para no juzgar con demasiada dureza los errores.
Una receta perfecta, parece, aunque un poco olvidada ahora.
¿Para qué recordar estas lecciones de vida?
Bueno, tal vez me deje llevar por el romanticismo, pero en mi opinión lo que la abuela solía recomendar a las casaderas debería ser un modelo a seguir en la política, en especial en materia electoral. La diferencia estriba en a quiénes deben dirigirse los consejos mencionados.
Es obvio que el primero va destinado a nosotros, los ciudadanos, para elegir a quien tenga los mayores atributos para hacer un buen papel o por lo menos dejar su mejor esfuerzo en ese objetivo. También el tercero, para que una ver definida nuestra voluntad no caer en extremismos y no crucificar por nimiedades –a veces por estupideces– a quienes le dimos el voto, como acostumbramos a hacer, como si nosotros fuéramos perfectos.
Pero el segundo consejo es para los candidatos. En este caso específico, para los aspirantes a serlo. Tomo como ejemplo a quienes buscan la Presidencia de la República, con partido o sin partido, quienes convirtieron la búsqueda de apoyo de sus respectivas bases en una campaña formal de pe a pa.
Todos han manejado propuestas de gobierno, todos han hablado a cielo abierto con militantes o no militantes, todos han mostrado las miserias de los demás y en general todos han violado la ley, porque la petición del voto en sentido figurado ha sido una constante.
Ninguno siguió el consejo de la abuela y ninguno dejó un misterio para descubrir en las campañas formales. A estas alturas, para el votante potencial no hay secretos por desvelar. Muchos –me cuento entre ellos– ya estamos hartos de escucharlos, verlos y oírlos cuando todavía ni siquiera han empezado las campañas oficiales.
¿Cuál puede ser entonces el perfil siguiente de esta lucha por las urnas?
Puede jurarlo, será en su mayor parte un baño de lodo y basura, dado que todos también ya dijeron lo que piensan hacer como presidentes si el voto lo decide así y lo que les queda es el manejo de la basura.
Por eso disiento con los expertos de las encuestadoras en que todavía es un volado saber quién será el próximo inquilino de Los Pinos. Y es que si ya no hay nada que descubrir la decisión está tomada y lo único que puede cambiarla es precisamente el intercambio de desecho. El que pueda lanzar más, el que los arroje con más hedor, será quien gane.
Y entonces, por desgracia, no sólo tendremos que cerrar un poquito los ojos como asentaba la tercera recomendación de la abuela para después del matrimonio y en este caso para después de votar.
Tendremos que cerrarlos completamente, para no ver que al final elegimos al menos enlodado y al menos apestoso…
LA FRASE DEL DÍA
“Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”…
-Abraham Lincoln
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