Estando en el último día de trabajo y una vez que terminé de consultar a mis pacientes, esperaba con ansiedad la hora de salida, vi la carátula de mi reloj y confirmé, que aún me quedaba suficiente tiempo como para elaborar una lista de lo que me gustaría hacer desde el primer minuto de mis vacaciones; como primer punto, puse el conducir con toda tranquilidad al dirigirme a casa, escuchando música navideña, quería llegar lo más relajado posible, y sentarme a la mesa sin prisas para disfrutar el estofado que con tanto esmero me había preparado María Elena, una vez que le mostrara la receta que había encontrado en una revista relacionada con la salud del hombre, suplicándole considerara eliminar los condimentos que me causan gastritis; el segundo punto era, salir a dar tranquilamente un paseo para bajar la comida, para estar lo más despierto posible para redactar el artículo del día siguiente; como tercer punto, contemplé el invitar a mi mujercita a descansar plácidamente en la cama, no más de 20 minutos para recuperar energía, y después salir de compras para adquirir algunos o todos los regalos que obsequiaríamos en Navidad; como cuarto punto, anoté el mostrar delicadeza con mi amada esposa y llevarla a cenar al sitio donde ella eligiera, descorchando la mejor de las botellas de vino que tuviera el restaurante; como quinto punto, tomé en consideración el derramar todo mi cariño para motivarla a desear una maravillosa noche y recordar la pasión de nuestros mejores tiempos.

Listo! me dije, sólo me resta pedirle a Dios que conjugue todos los elementos para que nada ni nadie, estropee mis planes.

Pues bien, antes de que se llegara la hora de salida, llegó una paciente que ameritaba atención especial, así es que me retiré un poco después, pero me sentí satisfecho de haber resuelto una situación apremiante.

Salí del Centro de Salud, abrí la puerta del auto, me acomodé adecuadamente, me puse el cinturón de seguridad, encendí el estéreo, puse el CD de los Villancicos y emprendí la marcha, el tráfico no era terrible como en otras ocasiones, no había embotellamientos, parecía que todo mundo había anticipado las compras de pánico que suele haber por estas fechas e imaginé que nadie tenía prisa o que nadie tenía dinero ya que el aguinaldo anticipado posiblemente se había gastado durante el Buen Fin.

Cuando llegue a mi hogar, animado por el hecho de que en la puerta me estaba esperando mi amada esposa, pensé que mejor recibimiento no podía tener, pero ella no me dejó bajar del auto y me pidió fuera por las tortillas, le dije que en la revista no mencionaban que el estofado especial se comiera con tortilla, así es que me bajé del auto sin poder ocultar que mi buen estado de ánimo empezaba a deteriorarse; la mesa estaba excelentemente vestida y el platillo digno de concurso gourmet, me fui a lavar las manos rápidamente, pero mi esposa me recordó los 5 pasos del lavado de manos recomendado por la Secretaría de Salud, al cumplir con la norma me dirigí a la mesa, respiré el delicioso aroma de la comida, pero antes de llevarme a la boca el primer bocado, mi esposa prendió la corona de adviento y sacó el libro de rezos para dar gracias a Dios por los alimentos; siendo buen cristiano como digo que soy, bajé la cabeza y escuché con atención y solemnidad la oración, después disfruté como nunca la comida, hicimos sobremesa; felicité a María Elena, habían pasado unos 15 a 20 minutos cuando sentí los síntomas inequívocos de la gastritis, le pregunté si había respetado mi voluntad de dejar fuera los condimentos prohibidos, pero, me dijo que ninguna Chef con experiencia pierde su prestigio por una dispepsia pasajera; me obsequió un antiácido y, antes de que saliéramos a caminar, llegaron los nietos de visita, por lo que se suspendieron de inmediato todos los demás puntos de mi anhelada lista para ser feliz por un momento,al inicio de mis anheladas vacaciones, y pensar que todo sucedió en la víspera de la Navidad.

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