Como seguramente saben los amables lectoras, lectores, en días pasados, del 6 al 9 de junio, se llevó a cabo el proceso electoral para conformar el Parlamento Europeo. Sobre ello le comparto las siguientes reflexiones:

La primera de ellas es que las implicaciones en la vida diaria de los ciudadanos, de las decisiones del Parlamento Europeo, y, en general, la Unión Europea misma, (sobre todo a la luz de la salida de Gran Bretaña en 2020 –Brexit-, y de la guerra entre Rusia y Ucrania desde 2022), sin duda son complejas y aún así se sienten cercanas, como es el caso de los efectos inflacionarios mundiales producidos a raíz del encarecimiento de los fertilizantes o del gas rusos, tanto para el conjunto europeo como para el mundo en general.

A todo esto podríamos añadir el abrumador peso geopolítico de China como el nuevo gran imperio de nuestro tiempo, para darnos cuenta de que lo fundamental en el mundo ya no pasa sólo por Europa, que me recuerda la afirmación categórica del gran historiador norteamericano de origen húngaro John Lukács cuando dijo que el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, fue también el fin de la Edad Europea.

Por otro lado, fue notable el hecho de que cuatro de las naciones fundamentales, Francia, Alemania, Italia y España, se vieron sacudidas por un avance contundente de las fuerzas políticas conservadoras, liberales y de extrema derecha, a grado tal que el presidente Macron (de ideología neoliberal) ha disuelto la Asamblea Nacional francesa convocando a elecciones anticipadas, que tendrían que realizarse en cuestión de semanas o en un mes o dos cuando mucho, poniendo en serios aprietos al canciller alemán Scholz (de ideología socialdemócrata). Se apuntaló y reafirmó el poderío en Italia de Giorgia Meloni (de ideología nacionalista-conservadora). En España, Yolanda Díaz, todavía ministra de Trabajo y Economía Social, ha tenido que renunciar a la dirigencia de su formación política Sumar (de izquierda alternativa), dado el bajo apoyo que tuvo en los comicios europeos. Es esperable que más renuncias vayan anunciándose en los próximos días (mientras escribo estas líneas, por ejemplo, me entero de la renuncia anunciada por parte del primer ministro de Bélgica por similares razones a las anteriores).

Esto da señales de un problema estructural europeo, que paulatinamente está inclinando la balanza hacia las opciones nacionalistas, anti-globalización y anti-inmigrantes, al verse sometidas las naciones a flujos migratorios importantes de diversidad de procedencias (África y Medio Oriente principalmente) que se combinan con situaciones de alta presión fiscal y financiera que tiene atados de manos a los gobiernos, sin capacidad para resolver los problemas del desempleo y el estancamiento económico. La idea de una unidad civilizatoria europea al margen o por encima de las naciones está encontrando todos los obstáculos imaginables. Habrá que analizar comparativamente la dinámica europea con la latinoamericana, en cuyo caso no podemos hablar de una consistencia u oleada homogénea, pues mientras Javier Milei ha triunfado en Argentina, Lula lo hace en Brasil y recientemente en México, el arrasador triunfo de Claudia Sheinbaum es factor de continuidad de la denominada Cuarta Transformación.

De todo lo anterior me quedo con la última impresión de que Europa está en un callejón sin salida, y posiblemente lo está desde hace varias décadas, lo que también me hace pensar que, de algún modo, el futuro sopla de este lado del planeta.

La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión