Si pudiera viajar, iría al lugar donde se pudiera vivir de la alegría, ya fuera de noche, ya fuera de día. Si pudiera viajar, sin duda iría al lugar, donde me sintiera tan ligero de equipaje, y tan seguro, que el simple hecho de dormir, sólo significara para mí una leve pausa tan necesaria y relajante, que me diera la suficiente energía para continuar disfrutando de la vida.
Si pudiera viajar, lo haría con aquellos que tomaron mi mano, para dirigir mis pasos hacia la gran aventura llamada vida, y me haría acompañar de nuevo por mis hermanos, y no me importaría que en el recorrido, se fuera generando uno que otro altercado, para llamar la atención de quienes dirigían la barca de la ilusión.
Si pudiera viajar, no dudaría en llevar conmigo a uno que otro amigo de ocasión, para comprobar que en la empática relación, sólo se quedarían conmigo los que en otra vida, más que amigos, fueron hermanos.
Si pudiera viajar, sin pensarlo dos veces, te subiría en mi barco para navegar por ríos o mares, y llegar después de un largo trayecto a la isla de nuestras ilusiones para realizar nuestros sueños.
Si pudiera viajar, lo haría, y si fuera por tierra, porque barco no tendría, lo haría en el mismo auto que un día nos sirvió de casa ambulante, y en aquella amena charla consumida por el kilometraje, donde se tejieron los escenarios de nuestras muchas alegrías, ver quisiera por el espejo, a esa triada de lindos pequeños personajes, durmiendo tranquilos, seguros que llegarían a su destino acompañando a sus padres.
Si pudiera viajar, como lo hice ayer, sabría con toda seguridad, que Dios viajaría conmigo, y sería tan largo el recorrido, pues tendría muchas cosas que platicarle, muchas que agradecerle, muchas cosas que pedirle, entre ellas el que nos permita seguir nuestro viaje, para nutrirme del amor de aquellos que viajan conmigo.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com