Lo que mis ojos no alcanzan a ver y mis oídos a escuchar en la distancia, lo ve y lo escucha mi corazón, porque el amor que reside en él, tiene un alcance ilimitado; y no es que sea yo un ser superdotado, sensible sí, a más no poder, por ello, todo lo que mis sentidos perciben, cuentan con el respaldo de un poder de magnitud inconcebible.
Lo que mis ojos ven y mis oídos escuchan, ninguno que no sepa amar lo ve o lo escucha; lo que mis manos tocan, igual sienten la vibración que trasciende a un evocación de difícil explicación, por eso, sé que todo lo que ocasiona una hermosa emoción que se convierte en la más efectiva conexión, une con ilusión a los que un día pensaron que tenían el corazón de roca.
Mira mi Señor, todo lo que la fuerza de tu amor provoca, hacer del más insignificante ser sobre la tierra, un soñador alucinado, que cree ver y escuchar más que cualquiera de tus hijos consentidos del presente y del pasado, que vive en las nubes, que sueña contigo, que de tanta prisa por subir hasta tu estrado, cae por el peso del pecado, para volver a intentarlo, para sentir tu mirada, para escuchar tu palabra, para seguir escribiendo esto, que en ocasiones a muchos no le dice nada, y a los pocos que sí lo entienden, les parece que mis locos desabríos se pierden en la nada, en la corriente de los ríos que desembocan en la inmensidad de la ignorancia.
Despiértame ahora si estoy dormido, y si despierto estoy y vivo confundido, muéstrame el camino para que mi loco desvarío tenga una razón, tan clara, tan lúcida, tan sencilla, que devele el misterio de la fe, en momentos en que el enemigo quiere tentar a la mayoría de tus hijos para que dejen de creer en ti.
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El poder de la fe
Lo que mis ojos no alcanzan a ver y mis oídos a escuchar en la distancia, lo ve y lo…