Todos lo hemos hecho al menos, alguna vez.

Simplemente, cuando vamos a salir de vacaciones, llevamos un botiquín preparado por nosotros mismos para combatir un posible mareo, diarrea, dolor de cabeza, gripe y similares y otras cosas, sin faltar los invaluables medicamentos para la sobrecarga del estómago.

Sabemos qué llevar, pero ¿realmente es adecuado el medicamento que llevamos? No debemos de tener presente que, dentro de las muchas profesiones en el mundo, entre las más antiguas se encuentra la medicina, que surge por necesidad del individuo de encontrar la cura a sus males y ya en tiempos de Hipócrates tiene una relevancia especial.

No se diga en nuestros días, donde ha registrado avances tales que nos permiten acceder a la cura de prácticamente todo mal, a excepción del cáncer en estados terminales, diabetes, hipertensión y otros pocos.

En ese sentido, se sugiere siempre que vaya uno a salir, y cuando estamos en casa, consultar con nuestro médico sobre lo que deberíamos tener como botiquín para no arriesgar. Por algo existen tantos antihistamínicos o antibióticos: porque unos causan sensación de alivio, otros curan y unos más nos resultan con aspectos que tienen que ver con una alergia o rechazo natural del mismo por el organismo.
Es por ello por lo que insistimos en no dejarnos llevar por la experiencia del farmacéutico, que muchas veces tiene una gran razón. Recordamos a aquel viejo farmacéutico local que cuando uno llegaba y le decía “me duele tal o cual”, rápidamente gritaba: “Blanquita, dame una caja de tal… para don…”, y solucionaba la angustia que nos llevaba.

¿Sería el adecuado? Solamente el doctor y él lo sabían, pero bueno, funcionaba.

Y ahora, muchas personas recurren a los farmacéuticos porque el tener acceso a la medicina pública es casi imposible, porque siempre están llenos los consultorios y con filas de espera; por el contario, si se busca la medicina privada, resulta incosetable por los precios que tienen hoy en día los especialistas que definitivamente, lucran con e dolor de muchos. Y a eso, hay que agregar el elevadísimo costo de los medicamentos que cada día están más inalcanzables.

Por eso la importancia de contar con una buena consulta y explicarle al médico a donde vamos, o qué tenemos, para que nos indique qué se puede o debe tomar, y no estar expuestos a medicamentos que nos harán daño, lejos de curar.

La vieja costumbre de consultar con la abuela o los tíos o los mismos padres debemos desterrarla: hoy en día existen muchísimas variedades de medicamentos, y cada día surgen más. De esa proliferación se desprende la afirmación de que tenemos procedimientos de sobra, pero hay que saber, insistimos, a cual somos expuestos.

Podríamos prescindir de muchos problemas médicos, y también, no castigaríamos tanto a nuestro organismo que luego recibe uno y mil fármacos equivocados, que merman en algo lo que somos o tenemos, propiciando recaídas o surgimiento de verdaderos problemas sanitarios.

Puede usted acudir a algún Centro de Salud de la Se retaría del ramo, donde un profesional de la medicina le orientará sobre qué y cómo hacer para poder lograr llevar únicamente lo que necesitamos.

En ello estriba la importancia de llevar lo que se debe y aplicar las dosis sugeridas por el médico como instrucciones insalvables, que todos deberíamos cumplir.

Aí que ya sabe: no se medique ni se haga tratamientos fuera de prescripción médica. Espere a hablar con él y listo.

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