No la conozco en forma personal. Vamos, ni siquiera he tenido la oportunidad alguna vez de escucharla.
Sin embargo, algo me queda claro.
La alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz Domínguez, blanco favorito desde su primer trieno de un linchamiento mediático generalizado, tiene razón en un planteamiento fiscalizador por el cual le endosan el ingrato papel de bruja de barrio o verdugo de los necesitados.
Usted ya lo debe saber. La jefe de esa comuna tiene entre sus planes aplicar una contribución municipal a los vendedores ambulantes, que en una cruel parodia para esos comerciantes sus detractores han tratado de deslegitimarla al llamarla “elotera” y “mazorquera”, sin importarles, parece, que lo que hacen es insultar a quienes se dedican a esa actividad como si la misma fuera denigrante.
La verdad, la diferencia básica entre esos vendedores y otros oferentes de servicios y productos es su nivel de ingresos, ciertamente exiguos y apenas suficientes para sobrevivir, por lo cual de aplicarse ese gravamen local éste sería o debería ser acorde con lo que reciben.
Pero en lo demás, como ciudadanos, esas personas tienen los mismos derechos y obligaciones que sus vecinos, sus clientes, usted, su servidor o quien usted quiera.
Le expongo si me permite, mi percepción.
Los comerciantes ambulantes de cualquier municipio exigen y reciben, como casi todos los demás tamaulipecos, servicio de recolección de basura, reparación de baches, seguridad pública, alumbrado en las calles de su colonia, conservación de parques y jardines, escuelas para sus hijos, campañas de salud y otros reclamos a los que tienen pleno derecho sin duda alguna.
Pero cuando se habla de obligaciones, resulta un tema al que la gran mayoría de esos comerciantes elude, porque muy pocos aportan al erario municipal, como es obligación de todo ciudadano productivo.
Siempre estaré a favor de un trato preferencial para quienes tienen ingresos que sólo alcanzan para las necesidades fundamentales, pero no veo el motivo para despotricar contra una autoridad por el hecho de intentar llevar recursos a las arcas locales, precisamente para estar en condiciones de responder a esas demandas. No se vale satanizar a una administración pública por tratar de sumar recursos para cumplir con su deber.
Así las cosas, se revalida una vieja verdad no escrita en un código pero vigente en el ánimo popular, la cual asienta lo siguiente:
Quien pone el orden, siempre es el más odiado.
Si logra formalizar Maki esa contribución o no puede hacerlo ya lo sabremos dentro de poco, pero lo que sí debe recordar, parodiando al gran poeta Amado Nervo, es que cuando aceptó el cargo nadie le prometió sólo noches santamente serenas…

HOY, IGUAL QUE AYER
En plena campaña del fracasado Baltazar Hinojosa en pos de la gubernatura de Tamaulipas, un amigo que formaba parte del equipo del matamorense me confesó que para él el mejor candidato del PRI hubiera sido Edgar Melhem Salinas.
“El hubiera sumado a todas las facciones. No tiene la estatura política como Balta en el escenario nacional, pero tiene en el Estado mucha mejor imagen y sobre todo tiene mucha mayor confianza de líderes y bases”.
Sus palabras, confiadas al amigo, quedaron en el arcón de los secretos, pero el tiempo confirmó su opinión a corto plazo. Hinojosa fue arrollado por su principal contrincante y por su enorme soberbia.
Viene al caso este pasaje porque hoy ese mismo PRI tamaulipeco requiere de un líder con el perfil de Edgar. Ojalá se anime a buscar la dirigencia. Por el bien de los priístas…

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