¿A dónde vas con tanta prisa? ¿A dónde con esa sonrisa en la cara, que ayer expresaba tristeza? ¿A dónde te lleva ese ir y venir sin saber dónde queda la nada? ¿A dónde tus pasos pausados, tus pensamientos cansados, tu mirada fugaz y escurridiza? ¿A dónde te lleva el viento que empuja tu tiempo? ¿A dónde, que la vida no te recuerde el ayer y que no te regrese y te aflija?
A dónde van las palabras, las pronunciadas y las escritas, las que quedaron calladas por falta de escuchas, por falta de ojos, por falta de tiempo, se han ido a la nada, en ese universo de ir y venir por la vida gastada.
A dónde vas tú que preguntas, cuándo fue que perdiste el rumbo, cuándo que has dejado tu historia regada esperando ser recogida por la ignorancia del mundo.
A dónde va tu materia y figura, cuando la estructura descrita, no se encuentra esculpida en la piedra, ni en la fiel escritura, a dónde el legado plasmado en el aire con tinta rojiza, que se pierde angustiado, cuando el sol se marchita.
A dónde tu espíritu por tu fe defraudado, por sumirte en la niebla de penas del tiempo pasado, a dónde el esfuerzo de no haber renunciado al origen divino que has olvidado.
Yo voy a donde me lleve el llamado de aquél que responde a todas las dudas, diluye las penas, dispersa la niebla, fortalece la fe , reivindica la causa del que renuncia al pecado, allana el camino, al espíritu dormido, para que no sea abstraído por el mal, que el descuido dejó deprimido, por sentir el corazón contraído.
En ese ir y venir, de todos los tiempos, en todo momento me encuentro contigo, Jesús, salvador de mi vida. Ni prisa, ni llanto, ni cruel desencanto, ni tristeza que lleve al quebranto, ni cansancio que venza al Espíritu Santo que reina en mi vida por amarte tanto.
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