Ayer, en un ejercicio con sus seguidores de Twiteer como protagonistas, el polémico periodista Joaquín López Dóriga inició un interesante –en mi percepción– sondeo de opinión.

En esa consulta, que por el tamaño de su universo podría parecer pequeña para muchos, se muestra un fenómeno que atañe a cuatro personajes: Margarita Zavala –las damas primero– Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya.

La pregunta es: Si hoy fuera la elección ¿Por quien votaría usted?

En el más tardío vistazo que logré echar a ese espacio antes de redactar estas líneas, Margarita tenía apenas el 6 por ciento de simpatizantes, Andrés Manuel un 10 por ciento, Ricardo Anaya un 36 por ciento y Pepe Meade un sorprendente 48 por ciento, en un mareante y constante cambio de cifras a favor y en contra de los involucrados.

No es lo anterior ni por asomo un escenario que deba verse como señal para iluminados o una bola de cristal al futuro. Al contrario, es sin duda sólo una aportación modesta de un comunicador como otras similares que ya circulan, pero en mi juicio esos porcentajes encierran un mensaje que deberíamos tomar en cuenta. Si me permite, lo expongo:

Don Andrés Manuel lleva cinco años en campaña maquillada. En ese lapso siempre ha actuado impunemente como candidato sin que autoridad alguna lo haya frenado. Ricardo Anaya por lo menos ha dedicado los dos años más cercanos a construir su candidatura apropiándose de los tiempos oficiales del PAN, mientras Margarita Zavala ya rebasó el año de haber exhibido públicamente que también quiere ser inquilina de Los Pinos, pero con claros indicios previos en otro año más, que ese es su objetivo.

¿A dónde pretendo llegar con esto?

Para decirlo en palabras coloquiales, a que los tres ya dieron todo lo que pueden dar. Han echado su resto y han puesto toda la carne que tienen en el asador. Será muy difícil que logren sumar a más seguidores en los meses que faltan para la elección. Sus discursos son recurrentes, sus ataques están manoseados y sus

promesas empiezan a sonar como la brisa en la playa, que al igual que los mensajes del trío puede ser agradable pero de tanto repetirse se vuelve monótona. Frases y brisas se escuchan, pero ya no se sienten.

No es mi objetivo como se dice en la jerga popular, echarle porras a Meade, sino exponer un hecho sustancial. El precandidato del PRI en realidad ni siquiera ha empezado una precampaña. Todo lo que diga en el tiempo que asoma podría ser, si tiene asesores adecuados, novedoso. Tiene todo el terreno para crecer porque apenas entró en él, a diferencia de sus contrincantes que ya se lo acabaron.

¿Qué más pueden decir la ex primera dama, el tabasqueño y el niño azul que despierte más interés, de lo que ya han expuesto, satanizado y comprometido?. Prácticamente nada o muy poco.

Cuidado Frente Ciudadano y cuidado Morena.

Si en un primer y modesto reparto de cartas José Antonio muestra que tiene más simpatías que sus circunstanciales adversarios, la lógica –aunque a veces falle– indica que tiene la enorme ventaja de crecer. Partió casi de cero días atrás y ayer tenía a casi la mitad de los encuestados a su favor.

Lo anterior no significa nada a estas alturas en lo que se refiere a sus posibilidades de triunfo. Nada.

Lo que sí significa, es que Meade tiene una oportunidad de oro para convencer a muchos más, ante una retórica muy gastada de sus rivales que en estos momentos no encuentran que clavos ponerle al ataúd que intentan fabricar para el externo del PRI.

Olvidaron estos personajes que el voto ya no es corporativo. Se dedicaron a denostar y demoler al PRI cuando los partidos ya no son los que definen victorias, sino las personas. Por eso se han dado las victorias de los independientes.

¿No lo entienden?… Meade es un candidato independiente soterrado. Sin bandera real ni anclas propias de colores y plataformas. Eso, es lo que puede vender y eso, es lo que venderá…

Twitter: @LABERINTOS HOY