Un buen día, después de andar corriendo muchos años por la vida, decidí parar, entonces, ya sentado en el suelo me quité los zapatos con dificultad, porque resultó que de tanto traerlos puestos, ya se me habían pegado a las plantas de los pies, luego quise doblar los dedos para saber si aún los tenía en su lugar y lo logré, no sin experimentar su rigidez; me puse de pie y al pisar el suelo con los pies descalzos, parecía que tuviera aún puestos los zapatos, sin duda, había perdido cierto grado de sensibilidad, por lo que decidí dar unos cuantos pasos más para que despertaran de aquel largo viaje que se emprende, cuando se piensa que después de tanto estudiar, inmediatamente tienes que ponerte a trabajar sin parar.
Ya sentado, nuevamente, me di un buen masaje, esperando que la sangre pudiese circular mejor y sí, me sentí mejor, tanto, que me recargué en el troco de un generoso árbol, y empecé a sentir un dulce y reparador sueño, pero antes de quedar dormido, me puse a pensar que quizá, por andar tanto tiempo corriendo, nunca me di tiempo para preguntarle a mi familia si lo que estaba yo haciendo era lo correcto, y así con ese pensamiento me quedé dormido y con él, entré a un profundo sueño, me vi entonces frente a mis hijos, convertido en un poderoso genio, sí, de esos que conceden deseos, uno por uno los fui llamando, primero a la mayor, la cual al verme se sorprendió, parecía no conocerme, pero luego lo hizo diciendo: ¡Pero, papá! ¿Por qué vistes así?
Le contesté: Es mí traje de genio, me lo pongo, porque tal vez de esa manera pueda ser más convincente en que tengo poder para concederte un deseo, así es que piensa bien en lo que vas a pedir. Ella se me quedó mirando con tristeza y me dijo: La vedad, lo único que quiero es que me ames como la hija que soy, porque de alguna manera, siento que lo has dejado de hacer porque te he fallado; recuerdo, cuando niña, sentir tu amor de una manera abundante, y cuando nació mi hermana, me bajaste de tus brazos para cargarla a ella, después me esforcé tanto para llamar tu atención, para que te sintieras orgulloso de mí, pero fue tal mi esfuerzo sostenido, que mi cuerpo empezó a reclamarme, después vinieron mis propios retos, pensé que serían fácil de resolver y me equivoqué, de nuevo tuve que esforzarme tanto para sentirme amada, porque al parecer, las personas tienen una definición muy diferente de lo que es el amor, yo me entregué completamente y mírame ahora, sigo tratando de llenar un vacío que hay en mi corazón. Dicho esto se retiró. Llamé entonces a la segunda de mis hijas, al verme ella vestido de genio, se rió por mi apariencia, y después, sin que yo le preguntara si quería un deseo, ella me dijo: Papá concédeme un deseo. Yo le contesté: Pídeme lo que quieras.
Ella respondió: Yo siento que he sido muy amada, pero hay algo que nunca he podido entender, por qué me separaron de su lado cuando aún no terminaba de crecer, ese tiempo aunque no estuve sola me dejó un gran vacío en mi corazón que no he podido llenar; dicho lo anterior se retiró. Por último entró mi hijo varón. Él me hizo una broma por como andaba vestido y después le dije que pidiera un deseo y se lo cumpliría. Se me quedó mirando y me dijo: Sabes papá, no te creo, no creo que quieras concederme un deseo, desde niño me has estado prometiendo cosas y nunca me cumpliste, por eso me he alejado un poco de tu vida, prefiero crecer yo mismo sin tu ayuda y con mi propio esfuerzo tener lo que deseo.
Después de escucharlos, no pude evitar sentir una profunda tristeza y me dije, tanto correr por la vida pensando que lo hacía para satisfacer los deseos de mis hijos y resulta que por andar pretendiendo cosas materiales, me olvidé de darles lo que más necesitaban, entonces cargando con mi pesar me retiré a colgar mi disfraz de genio y cuando lo hacía, sentí cómo una mano suavemente tocaba mi hombro derecho y al voltear una gran luz resplandecía y de ella salía una voz que me decía: “No te preocupes, lo has hecho bien, acaso no fui yo el que te envió para que los demás supieran que lo más importante en la vida es el amor, ahora ve, llena ese vacío en el corazón de tus hijos, llénalo con el mismo amor con el que yo llené el tuyo”
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