Todo el oficio político que le perfiló durante años y que la llevó al Senado, a una alcaldía, a soportar los embates del poder estatal y a aspirar a ser candidata a la gubernatura, en unas horas lo echó por la cañería.
Me refiero a Maki Ortiz Domínguez y a su inesperada impugnación en MORENA y ante los tribunales, a la designación de Américo Villarreal Anaya como abanderado de ese instituto, que para ella se convirtió en su propio “error de diciembre”.
Ya son ríos de tinta y cientos de horas de televisión, radio y redes las que se han ocupado en ese tema, pero dentro de esa avalancha de efectos hay uno que quizás le dolerá más que ningún otro a la señora Ortiz.
No va sola la dama en ese paquete de consecuencias.
Con su decisión de inconformarse, posiblemente también mandó al diablo el proyecto de su vástago Carlos, hoy presidente municipal morenista de Reynosa. Al mismo que impulsa políticamente contra viento y marea y el cual, como decía el ex presidente José López Portillo de su hijo José Ramón, es de Maki el orgullo de su nepotismo.
¿Qué sucedió con Maki?
¿Tanto deseaba ser candidata que se le obnubiló la mente?
Es imposible pensar que la ex alcaldesa no sabía a qué se enfrentaba al interponer ese recurso ante Regeneración Nacional y el Tribunal Electoral. No tengo ni la menor duda de que Maki conoce la raíz y origen de la llegada de Américo a ese puesto y de que Mario Delgado no es la voluntad que pretende torcer ante los magistrados.
Tuvo la oportunidad dorada de apuntalarse en la confianza y el ánimo morenista de primer nivel y la dejó ir, al olvidar la importancia de encontrar pequeñas ganancias entre las grandes pérdidas, una práctica usual en el submundo de la política.
Tuvo Maki en sus manos un as que no supo jugar. Si conoció o le dieron un documento donde según ella se advierte –aún habrá que comprobarlo– una decisión anticipada sobre la candidatura morenista y lo hubiera reservado con su silencio al interior del partido que la cobijó como una prueba de lealtad, estuviera hoy en los cuernos de la luna en cuanto al nivel de confianza y no en la antesala de la guillotina partidista.
Cualquier político curtido habría podido decírselo en lenguaje llano: Hubiera podido Maki aplicar la vieja frase de favor con favor se paga. Habría capitalizado su disciplina para cobrar a futuro una factura virtual y favorecer a su mayor tesoro político –su hijo– con una prometedora carrera dentro de las filas morenistas y hasta arañar la posibilidad de verlo dentro de seis años como prospecto también a la gubernatura.
Hoy, el camino de MORENA para Maki y heredero se vislumbra tortuoso, escabroso, con múltiples obstáculos que de lograr superarlos sería una hazaña, sobre todo si esa ruta está sembrada de enemigos como los que ya está creando con su postura. Parece inevitable que cambie nuevamente de establo como lo hizo con Acción Nacional.
En fin, el argumento de la ex alcaldesa para inconformarse me parece éticamente correcto. Inpugnó el resultado de las encuestas por dignidad, como aseguró ella públicamente, lo cual es loable al ser indiscutible atributo que todos los protagonistas políticos deberían poseer. Aplaudo eso.
Lamentablemente para ella, se enfrenta a dos realidades,
Una de ellas es que la dignidad tiene en política un valor parecido al de la moral, que para muchos es un árbol que da moras. La otra, es que especular a estas alturas sobre lo que hubiera podido hacer para ayudarse y ayudar a su descendencia, por desgracia para ella y para gracia de sus adversarios, encierra otra gran verdad:
El hubiera no existe. Lo hecho, hecho está…
LA FRASE DEL DÍA
“El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: Una para ensayar y otra para actuar…”
Vittorio Gassman
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